Génesis y evolución del corrido mexicano/Justificación

En la cultura mexicana, el corrido pertenece a esa clasificación difusa, oscura e inagotable de lo que “por sabido, se calla”, con la excepción de las antologías destinadas al público masivo [1] –más bien interesadas en difundir los acordes y melodía de los especímenes más gustados en el momento de su edición, o de los mejor arraigados en el gusto común– y contados trabajos de investigación. De esta manera, su preservación queda a expensas de la memoria colectiva, que no es tan memoriosa en nuestros días dada la influencia de los medios masivos con su bombardeo de novedades, y su estudio, a la buena voluntad de contados investigadores, cuya mayoría se enfoca a ámbitos extraliterarios y usa de ellos como demostración para hipótesis historiográficas, sociológicas o antropológicas pero escasamente como materia de estudio en sí.

La realidad es que “lo sabido” sobre el corrido desde la perspectiva literaria no es tanto, y lo callado –más bien, lo no escuchado detrás de los versos– es demasiado. La afirmación generalizada de que el corrido es sólo épico y contiene tres fases estructurales claramente delimitadas (presentación del cantor y el tema; desarrollo de la anécdota; conclusión hecha de moraleja y despedida), obvía las singularidades de aquéllos que pertenecen a épocas distintas de los periodos revolucionarios, cuando se instituyeron tales caracteres como vehículo idóneo para resaltar el heroísmo de los personajes que subyacen en la creación de nuestra identidad como mexicanos o la que nos da la “patria chica”, tal como lo hizo el cantar de gesta en la Europa medieval.[2] Y si encima aceptamos a priori esa otra afirmación –validísima en buena parte– de que el corrido proviene del romance español, excluiríamos muchos ejemplares de ambos géneros que dan nula importancia al heroísmo y prefieren centrarse en los conflictos emocionales del personaje, mayoritariamente amorosos, así como aquéllos cuyo protagonista no es siquiera humano:[3] es tanto como afirmar que no existen, o si existen, que no son romances ni corridos; es tanto como decir que los únicos dignos de llamarse “corridos” son los creados entre 1810 y 1936,[4] y no todos.

Pero la realidad nos demuestra que la situación es diferente: desde “Román Castillo”[5] hasta “El barzón”, y de “Jhonny el pachuco”[6] a las crónicas musicalizadas de narcotraficantes que en este mismo instante están en proceso de composición, existe un acúmulo varias veces centenario de poemas-canciones disímiles en sus temas y características del protagonista, heterogéneas en su estructura, intención y uso del lenguaje, que nadie, entre la gente común, tiene reparo en denominar “corridos”.

Por lo tanto, el presente proyecto de investigación encuentra sus principales motivaciones en:

  1. Constituir una aproximación estrictamente literaria al corrido mexicano, desde las perspectivas estilística y estructural, que contribuya en algo a subsanar el vacío que dejan los trabajos de otras orientaciones, pues sólo tocan tangencialmente este ámbito de estudio.
  2. Conformar un compendio de piezas pertenecientes al género, o relacionadas genéticamente con él en los planos diacrónico y sincrónico,[7] que permita al lector-escucha percibir el corrido como un fenómeno cultural relacionado dinámicamente con el patrimonio hispánico común a las culturas americanas, es decir, vivo y no aislado.
  3. Establecer, con una orientación descriptiva e inclusiva (no preceptiva ni proscriptiva), las pautas estilísticas y estructurales que caracterizan a los distintos modelos creativos del corrido mexicano,[8] de manera que sea posible avanzar hacia una reconciliación entre lo que tácita y extensivamente entiende la voz popular como “corrido” –misma a la que en último caso habría que acreditar la máxima autoridad, pues se trata justamente de un género popular– y las delimitaciones académicas del género previamente realizadas –por lo general constreñidas al “corrido revolucionario”, o de manera más apropiada, “modelo de origen revolucionario”–.
  4. A partir de la caracterización modélica y la reconciliación conceptual indicadas en el inciso anterior, demostrar en términos analíticos la pertenencia al corpus genérico del corrido que la voz popular atribuye de facto a los especímenes que suelen ser excluidos del mismo por las caracterizaciones preceptivas previas. Dada la dinámica incluyente que privará en el desarrollo del proyecto, será posible demostrar la relación genética que guardan con el corrido (o sus pautas sustratales) algunas piezas que en apariencia pertenecen a otros géneros musicales, tanto del ámbito hispanoamericano como aquéllos importados a México recientemente.



Referencias editar

  1. Resaltan los varios volúmenes de Compendio del corrido (México, Ediciones Libra, sin fecha) en la conocida colección Guitarra Fácil, aunque numerosas entregas de la misma, entre las dedicadas a la música popular mexicana, contienen piezas del género. Asimismo, proliferan las antologías breves y bien intencionadas de numerosos compiladores, pero sus tirajes y mecanismos de distribución las hacen prácticamente inasequibles fuera de las localidades en que son editadas.
  2. Hablamos, por supuesto, de los corridos creados durante la guerra de Independencia, la Revolución de 1910 a 1921 y la guerra cristera, así como de piezas tan singulares como “Juan Cortina”, cuyo contexto histórico se refiere a la pérdida de Texas (“mil ochocientos cincuenta / y nueve, para ser precisos”) pero musicalmente pertenece a la posterior tradición del country, cultivado en las zonas que antes pertenecieron a México, y en términos literarios evidencia claros referentes propios del siglo XX.
  3. En cuanto a los romances, recordemos que el ciclo dedicado a Ruy Díaz contiene ejemplares dedicados a su espada (igual que los hay a la Duranda o Durandarte, de Roldán), así como a Babieca, caballo del paladín. Entre los corridos abundan los que honran la nobleza de estos mismos brutos, sin olvidar los dedicados a otras especies, como los gallos de pelea o los perros, como “El perro negro”, de José Alfredo Jiménez. Asimismo, existen los dedicados a ánimas en pena, como “El comte Arnau” (romance catalán) y “La mujer de blanco” –llamado también “Corrido de la aparecida”–, que versa sobre una joven que se aparece a los conductores de tractocamiones (trailers) en los pasos solitarios de las carreteras del Occidente y Costa Pacífico mexicanos... A quien esto escribe consta la existencia de dos variantes: la interpretada por músicos populares en Zapotlanejo y la del rockero Jaime López; esta última, musicalizada como “balada-rock”.
  4. Desde que inició la guerra de Independencia hasta el final de la segunda Cristera. Según Mendoza (op. cit.), el corte se haría hacia 1954, fecha en que publicó su compilación.
  5. Datado en la Colonia y registrado por Alvar como romance preservado sólo en México, si no es que creado en estas tierras por sus colonizadores.
  6. Esteban “Steve” Jordan: The many sounds of Steve, Texas, Arhoolie Records, 1990 (compilación). Este corrido actualiza los referentes de “Juan Charrasqueado” a las circunstancias, en los años 70, de la comunidad mexicana asentada en Texas, manteniendo una tensa contrastación paródica entre el “charro” y el “cholo” como modelos de machismo.
  7. Como se indicó en la Introducción y la nota 8, dicho compendio será textual y acústico, procurando incluir, por lo menos en el primer caso, las variantes o versiones con mayor peso demostrativo que se hayan documentado. En el próximo capítulo se establecerá la caracterización de los planos diacrónico y sincrónico, según los fines de este proyecto.
  8. Tres, según la hipótesis. Hemos de entender el concepto de corrido según se ha manejado a lo largo de este documento, mismo que será definido específicamente en el próximo capítulo.


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