Fractalidades en Investigación Crítica/Investigación feminista

Una propuesta feminista para la investigación social

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Por Alejandra Araiza Díaz

1. Notas sobre la epistemología feminista

“Objectivity is a term to mean men’s subjectivity” (Adrienne Rich)

Según Rosi Braidotti (2004), el discurso científico constituye una narrativa cuya aceptabilidad política da luz a ciertas verdades, por lo que habría que estudiar los discursos científicos en su contexto histórico. Tardaremos -advierte- en rebatir siglos de epistemología falogocéntrica. Por otra parte, afirma que ya el análisis del discurso ha represnetado un recurso metodológico clave para el postmodernismo feminista, el cual desencadenó dos tipos de reacciones políticamente conservadoras: el pánico y la nostalgia. En cuanto al primero, nos advierte que es la inquietud por la caída de los valores clásicos de la modernidad y que, por el contrario, habría que celebrar que éstos se encuentren en crisis. Y la nostalgia es aquélla que echa de menos las ideas cartesianas, que tanta tranquilidad daban al pensamiento racional propio de la ciencia moderna. Pero la autora, subversivamente, afirma que Descartes en verdad representa la construcción del estatuto simbólico de la racionalidad propia del siglo XX.

Los nostálgicos epistemológicos y políticos utilizan una reconstrucción selectiva, imaginaria, de una pasado más nacional con el propósito de emprender una guerra en el presente, de la misma manera en que lo hacen aquellos fundamentalistas a quienes tanto y tan inútilmente critican (p.64)

Ella, por su parte, propone defender una posición política que no tenga como fundamento los juegos dualistas y discursivos de poder. Por su parte Bracke y Puig de la Ballacasa (2002) eligen, como punto de partida para su artículo sobre epistemologías feministas, un campo de tensiones entre el modernismo y el postmodernismo, y entre el absolutismo y el relativismo -es decir, las clásicas dicotomías- al interior de las propias formulaciones epistemológicas dentro del feminismo. Y afirman que, en vez de una contradicción polémica, ellas encuentran una continuidad entre las posturas, o entre las mujeres como un sujeto feminista colectivo gestado en los movimientos de los años setena y el insistente cuestionamiento sobre la diferencia alrededor las mujeres. De esta manera, nos hablan de la perspectiva o punto de vista (standpoint) feminista, gestada en la década de los ochenta, cuando distintas académicas (Dorothy Smith, Nancy Hartsock, Hilary Rose, etc.) empezaron a trabajar en lo que se conoce como la teoría desde la perspectiva feminista. Aunque, quizá uno de los trabajos más relevantes sea, según el análisis de las autoras, el de Sandra Harding, cuyo carácter es constructivo. El título con el que fue publicado en el año 1986 fue el de “La cuestión de la ciencia en el feminismo”, cuyo objetivo era recoger los trabajos feministas que se venían realizando desde los setentas para constituir lo que podría ser una epistemología feminista, tomando en consideración el empirismo, la perspectiva feminista y las aproximaciones del feminismo posmoderno a la epistemología. Éste es relevante porque ha sido acotado, seguido e, incluso, criticado. Harding -adivierten- encontró tres epistemologías feministas: 1) feminismo empirista, 2) perspectiva feminista y 3) críticas a la ciencia desde el feminismo posmoderno. En general, las autoras consideran que Harding tiene una postura de pluralismo epistemológico y no lineal o piramidal. Las epistemologías no son neutras y no puede haber una sola epistemología feminista. Es algo, dicen las autoras, de lo que Sandra Harding está consciente. Por último, en lo que a objetividad respecta, el feminismo en general se ha debatido entre dos polos: el de un compromiso renovado con la objetividad misma y el del rechazo total a la noción. Sin embargo, para Harding -y lo encontraremos también en Haraway-, la objetividad es una noción muy potente para prescindir de ella que tiene que ver con lo real de lo que estudiamos (las vidas de las mujeres, ni más ni menos). Y su posición es la de una objetividad fuerte que requiere que tanto los sujetos como los objetos de conocimiento se coloquen en el mismo plano. Desde otras latitudes, Hammers y Brown (2004), presentan la posibilidad entre una alianza entre las epistemología feminista y la teoría queer para concebir una nueva visión de lo social. También observa detenidamente n las críticas que ha hecho el feminismo a la epistemología tradicional, en primera instancia por pretender abolir la subjetividad para obtener conocimientos neutros. Así, enuncian la posición que han tomado tres tipos de feminismos frente a la ciencia dominante: a) empiristas feministas (plantean que la ciencia y el feminismo no son mutuamente excluyentes y que, en cambio, si nos cernimos estrictamente a las normas metodológicas podemos trascender el sexismo que ha sesgado la investigación tradicional), b) investigadoras proactivas (consideran que el método científico feminista debería ser uno distinto que rescate las formas de conocimiento despreciadas e infravaloradas), y c) integracionistas (intentan integrar lo mejor de las aproximaciones nuevas y las tradicionales). De cualquier forma, se detienen en las segundas porque -opinan las autoras- su propuesta se ajusta más los postulados posmodernos y, como contiene aspectos feministas y queer, les ofrece más elementos para su propuesta de alianza epistemológica de ambas posiciones. La postura preactiva reconoce que la subjetividad es necesaria dentro de la investigación, que tanto el investigador como investigado han de estar al tanto de las relaciones de poder que pueden entablarse. Es necesario reconocer los prejuicios provenientes del conocimiento previo, y ello funda otro tipo de combinación en términos de teoría-investigación-experiencia, reconociendo que no sólo intervienen los conocimientos y el análisis de información sino también la parte emocional que se entretejerá. Nos resulta interesante, además que hagan una presentación de lo que es la teoría queer (la cual trasciende la teoría de género, que mantenía la dicotomía naturaleza (sexo) cultura (género)), afirmando que también el sexo es una construcción cultural que se inscribe en los cuerpos. Como metodología, la teoría queer busca reconocer, de antemano, que la sexualidad no puede obviarse, que es inherente a la sociedad. Asimismo, hemos de encontrar -afirman- nuevas manera de formular todas estas cuestiones relacionadas con la sexualidad. Se trata de una postura activa energética y auto-crítica que se mueve con su sujeto (el cual comprende movimiento de fronteras constante, cambios sociales y locales y transiciones). El último apartado lo titulan “hacia una metodología feminista queer”, donde hacen una lectura de feministas como Fuss, Braidotti y Wittig, las cuales hablan de trascender los esencialismos identitarios (por ejemplo al hablar de la mujer lesbiana (¿no es una mujer?)) de las reconstrucciones, de los devenires, etc. Esto permite estudiar sujetos que han sido tradicionalmente marginados, darle voz a aquellos que han sido silenciados, con plena conciencia de las consecuencias políticas que ello implica. Una propuesta de este tipo es la objetividad encarnada, propia de Dona Haraway y su idea de conocimiento situado. Se trata repropiciar que los sujetos se vuelvan agentes, actores de su propio guión. En efecto, tal parece que una de las discusiones centrales que sugieren las epistemologías feministas tiene que ver con el relativismo. Así, Birules (1997) asegura que ante la construcción del mundo desde los supuestos de la modernidad, la ciencia se representa como un fiel exponente de este mundo positivista; el relativismo aparece como una respuesta ante este mundo, enunciando que: es necesario abandonar la búsqueda de lo absoluto, ya que lo humano está relacionado a la historia, a lo cultural y a lo social. Por otro lado, el relativismo se presenta escéptico ante la construcción objetiva del conocimiento, planteándose como la antítesis de este conocimiento objetivo. Palabras como “verdadero”, “justificable”, “razonable”, sólo existen desde nuestro lenguaje. La historicidad cuestiona el estatus de la ciencia, planteando que a ésta se le debe asignar un lugar histórico. Historiadores y etnógrafos cuestionan este positivismo cartesiano, estableciendo un lugar para un conocimiento histórico no-determinista. A partir de estas formas de cuestionar el hacer científico, la autora nos habla de un “nuevo relativismo retórico”, donde ya no se pretende cuestionar desde la historia la explicación o la causalidad del conocimiento, sino más bien; se trata de abordarlo desde el lenguaje; es desde éste, que se cambian los valores de “verdad” y “falsedad”. Al respecto del relativismo, conviene también revisar los dos capítulos del libro Contra la dominación de Ibáñez (2005) en los que presenta argumentos muy extensos para la defensa del relativismo como una práctica libertaria dentro del conocimiento cuyo ataque máximo se encuentra frente a las verdades universales y absolutas. Reconocer, dice el autor, que existen verdades prácticas de las cuales debe partirse para la defensa de posturas éticas o políticas es algo de lo que el relativista está consciente ; pero, por el contrario, lejos de su opinión está el hecho de que puedan haber verdades universales. He aquí la propuesta de Haraway.


2.4 Notas sobre el conocimiento situado El punto de partida del artículo de título Conocimientos situados: la cuestión científica en el feminismo y el privilegio de la perspectiva parcial, escrito por Donna Haraway (1991), es una reflexión crítica ante las dos posturas predominantes en la teoría feminista: la objetividad del construccionismo social crítico y del relativismo subjetivista postmoderno. No obstante, la autora está interesada en recuperar el término objetividad. Habla de un empirismo feminista que implica tanto una acción crítica como prácticas concretas. ¿Cómo lograr este equilibrio entre las dos posturas? Por un lado, la opción es la de una versión de la contingencia histórica radical para todas las afirmaciones del conocimiento. Y por otro, la de una práctica crítica capaz de reconocer nuestra propias tecnología semióticas. Ambas son versiones fidedignas de un mundo real. La objetividad feminista, la objetividad radical -siguiendo a la autora-, implica su noción de conocimientos situados, que conlleva una búsqueda de la parcialidad más honesta. Se trata de un conocimiento encarnado, visto y analizado de acuerdo con el contexto en el que se localiza. En palabras de la autora: “la objetividad feminista trata de la localización limitada y el conocimiento situado, no de la trascendencia y el desdoblamiento del sujeto y el objeto” (p. 327). Más adelante nos habla de las prótesis, que implican una nueva forma de traducir el mundo, como las gafas. Es esto en lo que se apoya para describir su metáfora tan conocida de cyborg que es esta suerte de anti-héroe, de no-humano deseable, de una nueva forma de yo a investigar e, incluso, a imitar. La visión de la autora es la de los objetos como actores encarnados, es decir, se trata de un cuerpo, de un agente que construye su propia realidad. Su apuesta, misma que compartimos, es ésta:

Yo, como muchas otras feministas, quiero luchar por una doctrina y una práctica de la objetividad que favorezca la contestación de la decosntrucción, la construcción apasionada, las conexiones entrelazadas y que trate de transformar los sistemas del conocimiento y la manera de mirar (p. 329).


5. Referencias Bracke, S. y Puig de la Ballacasa, M. (2002): “Building Standpoints” (English version of a paper published in Tidscheift vor Genderstudies), Amsterdam, 2002-2, pp. 18-29. Braidoti, R. (2004): “Feminismo y postmodernismo: el antirrelativismo y la subjetividad nómade”, en Feminismo, diferencia sexual y subjetividad nómada, Barcelona, Gedisa, pp. 55-67. Birules, F. (1997): “Relativismo e historia. La actualidad de la comprensión”, en Arenas, L., Muñoz, J. y Perona, J., El desafío del relativismo, Madrid, Madrid, Trotta, pp. Hammers, C. Y A. Brown (2004): “Towards a feminist-queer alliance: a paradigmatic shift in the research process”. Social epistemology, 18 (1), pp. 85-1001. Haraway, D. (1991): “Conocimientos situados: la cuestión científica en el feminismo y el privilegio de la perspectiva parcial”, en Ciencia, cyborgs y mujeres, Barcelona, Cátedra, pp. 313-346.