Historia de Europa/La época de las revoluciones

Tensiones sociales y políticasEditar

 
Revoluciones de 1848 en Europa

Los principios del siglo XIX estuvieron dominados por las consecuencias de la Revolución Francesa y las guerras napoleónicas. A pesar de que Napoleón fue derrotado en 1815 y la monarquía borbónica fue restaurada en Francia, muchos países europeos habían sido transformados por 25 años de conflicto.

Estados como Prusia, Austria y los Países Bajos habían ampliado sus territorios por el Acuerdo de Paz de 1815, por el contrario, Polonia se disolvió en este proceso de consolidación de los países.

Los levantamientos nacionales estuvieron acompañados por un fuerte sentido de nacionalismo en muchas naciones, que se avivó por las ideas de la Ilustración repartidas por toda Europa con las conquistas de Napoleón.

En las décadas que siguieron a la Paz de 1815, muchos países europeos fueron sacudidos por conflictos sociales, ya que la población trató de hacer valer sus derechos contra los gobernantes autocráticos en general en sus países. Eso produjo lo que el historiador Eric Hobsbawm llamó la Era de las Revoluciones, es decir, las tensiones entre las naciones entraron en erupción con frecuencia, eran convulsiones políticas a gran escala, como las revoluciones en Francia en 1830 y 1848.

Europa en la era de las revolucionesEditar

Europa era un continente turbulento en el período que siguió a las guerras napoleónicas. A pesar de que el Congreso de Viena buscó devolver a muchas naciones europeas al estatus en que se encontraban antes de la guerra, la influencia de los años de la guerra fue significativa, sobre todo por el hecho de que las ideas de la Ilustración se extendieron por toda Europa llevadas por los ejércitos de Napoleón Bonaparte.

El resultado fue una era de las revoluciones. Un hecho destacable fue la forma en que las olas revolucionarias barrieron Europa, especialmente en 1830 y 1848, cuando las revueltas populares en Francia incitaron a los pueblos de otros países a rebelarse contra sus gobernantes.

 
Localización de Bélgica en Europa

BélgicaEditar

Antes del siglo XIX, la parte sur de los Países Bajos había estado dominada por potencias extranjeras, especialmente por los Estados de los Habsburgo de España y Austria. Sin embargo, la posición geográfica crítica de la zona llevó a los gobiernos más poderosos de Europa, en el Congreso de Viena, a ceder territorio para formar el Reino de los Países Bajos, estando Bélgica sometida a Holanda.

Esto causó resentimiento en la región; a los liberales locales no les gustaba la naturaleza autocrática del rey de Holanda, mientras que a los católicos conservadores no les gustaba el predominio del protestantismo holandés. Estas tensiones llevaron al estallido de la revolución de 1830, cuando la región declaró su independencia, tomando el nombre de Bélgica, en referencia a las tribus celtas que habían vivido en la zona en la antigüedad.

La respuesta del gobierno holandés llegó en agosto de 1831, cuando el ejército holandés emprendió la llamada Campaña de los Diez Días. Fue una acción muy exitosa, el ejército holandés entró en el corazón de Bélgica en unos pocos días, capturando de la ciudad clave de Amberes.

Sin embargo, después de que Bélgica pidiera desesperadamente ayuda a Francia, las tropas francesas cruzaron la frontera de Bélgica. Rusia estaba demasiado ocupada para apoyar a Holanda, y ambas partes acordaron un alto el fuego. El 20 de diciembre 1830, las naciones europeas reconocieron la independencia de Bélgica del Reino de los Países Bajos. Pero sólo con el Tratado de Londres el 19 de abril de 1839, firmado por los grandes países de Europa (incluidos los Países Bajos) se reconoció a Bélgica como un país independiente y neutral.

FranciaEditar

El Congreso de Viena restauró la monarquía borbónica en el país. A pesar de que el primer rey después de la restauración fue querido por el país, su sucesor, Carlos X resultó impopular.

Gobernante autocrático, Carlos adoptó una serie de actos que quitaban al pueblo el poder prometido por Luís. Esto culminó en las Ordenanzas de julio, que disolvieron el Parlamento. El resultado fue la revuelta del pueblo que se conoció como la Revolución de julio, sustituyendo a Carlos X por Luis Felipe Orleans en el movimiento llamado la Monarquía de Julio.

 
Carlos X

En febrero de 1848, los ciudadanos se amotinaron nuevamente, esta vez se formó de un gobierno interino dirigido por dos hombres: Lamartine, un político republicano que defendía el libre mercado y Louis Blanc un republicano que defendía el socialismo social. Blanc creó un sistema conocido como asociaciones profesionales, que crearon puestos de trabajo para el pueblo e Francia.

La Asamblea Nacional de 1848 estableció el sufragio universal masculino y el pueblo no eligió a un socialista en las elecciones de ese año. El nuevo gobierno abandonó las asociaciones profesionales, dando como resultado el levantamiento popular. El pueblo, buscando la vieja gloria de Francia, instaló a Luis Napoleón Bonaparte en el gobierno, un pariente de Napoleón Bonaparte.

 
Napoleón III

Como presidente, reconstruyó el centro de París, mandó construir nuevos edificios, abrió calles rectas, largas y anchas, alcantarillado y saneamiento. También amplió las calles de París, en un intento de subvertir las futuras revoluciones, una vez que en el pasado, los revolucionarios utilizaban las calles para hacer barricadas y protegerse.

Elegido por votación como presidente, dio un golpe de estado en 1851 que permitió la restauración imperial a su favor.

El emperador Napoleón III fue llamado el emperador socialista, porque creó muchos programas sociales para los ciudadanos. Construyó hospitales, y una medicina socializada, el derecho de sindicación y de huelga, menos horas de trabajo, viviendas para los trabajadores con discapacidad, rediseño el sistema penitenciario y mucho más.

Sin embargo, Napoleón III no era un buen militar. Eligió participar en guerras que no debía, tratando de revivir las glorias de Napoleón I. Fue derrotado en su participación en la unificación de Italia, cuando envió tropas a Roma para proteger al Papa. Fue nuevamente derrotado en su implicación con el Imperio mexicano de 1862-1867, y también en la guerra franco-prusiana de 1870-1871, durante la cual fue capturado por los ejércitos prusianos y murió en el exilio.

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