Historia de España/Reinos cristianos/Procesos de repoblación
En paralelo al avance militar, se produjo un proceso de repoblación con el asentamiento de población cristiana en territorios conquistados, que podía provenir de los núcleos septentrionales (de tierras montañosas, pobres y superpobladas), de las comunidades mozárabes del sur que emigraban al norte debido al incremento de la represión religiosa (al arte mozárabe se le denomina también arte de repoblación), e incluso provenientes de zonas de la Europa al norte de los Pirineos, a los que genéricamente se llamaba francos.
La modalidad de asentamiento de esa población varió en sus características de acuerdo a la forma en que se produjo la conquista, el ritmo de la ocupación y el volumen de la población musulmana preexistente en el territorio. En las zonas que fueron frontera entre cristianos y musulmanes, nunca hubo un "vacío demográfico" o "zona despoblada", a pesar de que algunos documentos (que así lo pretendían, justificando de ese modo la legitimidad de las apropiaciones) dieron origen al concepto de "desierto del Duero", acuñado por la historiografía de comienzos del siglo XX (Claudio Sánchez Albornoz).
La llegada de los repobladores cristianos se testimonia arqueológicamente no solo en lo más evidente, como edificaciones religiosas o enterramientos, sino también con cambios en la cultura material, como la denominada cerámica de repoblación.
Sirviendo como hitos divisores los valles de los grandes ríos que cruzan la península ibérica de este a oeste, se han definido ciertas modalidades de repoblación, protagonizadas cada una por distintas instituciones y agentes sociales en épocas sucesivas:
- Entre la Cordillera Cantábrica y el Duero. En una verdadera "cultura de frontera", el rey atribuye durante los siglos VIII y XI tierras deshabitadas a hombres libres que debían defenderse a sí mismos en un entorno inseguro, y ocupar la tierra que ellos mismos iban a cultivar (presuras). Un proceso en cierta forma similar se denomina aprisio en los núcleos pirenaicos. A medida que la frontera se alejaba hacia el sur, la independencia inicial que caracterizó el espíritu del condado de Castilla (caballeros-villanos, behetrías) se fue sustituyendo por formas más equiparables al feudalismo europeo, con el establecimiento de señoríos monásticos y nobiliarios. De acuerdo con el historiador Ladero Quesada, el siglo X fue «clave en el proceso de colonización de las tierras así incorporadas, cuya población anterior debía ser muy escasa y carente de organización». Y Ladero añade «el proceso colonizador era parte de la expansión dinámica de una sociedad coherente o en camino de adquirir esa coherencia hasta hacerla cristalizar tanto en formas de poblamiento como en formas de pensamiento y organización comunes».
- Entre el Duero y el Sistema Central. En los siglos XI y XII se establecieron concejos municipales a los que se atraía a la población mediante el establecimiento de privilegios colectivos fijados por escrito en cartas aforadas (cartas pueblas o fueros). Estas ciudades ejercían el papel de verdaderos señores colectivos sobre el campo circundante (alfoz) con el que formaban comunidades de villa y tierra: Salamanca, Ávila, Arévalo, Segovia, Cuéllar, Sepúlveda, Soria, etc.
- En el Sistema Ibérico. En el solar de la antigua Celtiberia, se establecen a partir de 1131 instituciones que en un principio son similares a las comunidades de villa y tierra, pero que en pocos años se independizan de las ciudades de las que son vasallas, constituyéndose en el Reino de Aragón las comunidades de aldeas en la Extremadura aragonesa, con amplias libertades para sus pobladores y con representación en Cortes.
- Valle del Tajo. Sin mucha aportación nueva de repobladores, se mantuvo gran parte de la población autóctona de la taifa de Toledo (una zona densamente poblada). Se inició desde la conquista de Toledo (1086) y de forma simultánea a la repoblación del espacio más al norte, con la que comparte formas jurídicas equivalentes, como Talavera, Madrid, Guadalajara, Talamanca, Alcalá de Henares, etc. Cada comunidad definida por su origen étnico-religioso (judíos, musulmanes, mozárabes y castellanos) contó con un estatuto jurídico particular. Tras la invasión almorávide se expulsó a los musulmanes, castellanizándose el reino. La sede arzobispal toledana se enriqueció con las propiedades de las mezquitas y la adquisición de otras, particularmente de familias mozárabes (mesa arzobispal de Toledo, montes de Toledo).
- Valle del Ebro. Durante la primera mitad del siglo XII, los grandes núcleos urbanos como Tudela, Zaragoza y Tortosa mantienen la población musulmana, al tiempo que entran en el territorio oleadas de mozárabes, francos y catalanes que se establecen siguiendo el sistema del repartimiento, ocupando las casas abandonadas.
- Cuencas medias del Guadiana, del Júcar y del Turia. Entre finales del siglo XII y principios del XIII, el rey concede a las órdenes militares españolas grandes señoríos (encomiendas), principalmente en Extremadura, La Mancha y El Maestrazgo. Alrededor de sus castillos se asientan poblaciones campesinas con libertades muy recortadas, no formándose Concejos de relevancia.
- Valles del Guadalquivir y del Segura, llanura litoral valenciana e islas Baleares. Durante el siglo XIII la repoblación se realiza mediante repartimientos de donadíos (grandes extensiones concedidas a los más altos nobles, funcionarios, órdenes militares e instituciones eclesiásticas) y heredamientos (medianas y pequeñas parcelas entregadas a caballeros de linaje, caballeros y peones). La población musulmana permaneció en las zonas castellanas hasta la revuelta mudéjar de 1264, lo que determinó su posterior expulsión, posibilitando de esta forma el aumento de los grandes señoríos. En el reino de Valencia la población musulmana se mantuvo en las zonas rurales hasta la expulsión de los moriscos de 1609.