Historia contemporánea de España/La guerra civil española/Las elecciones de 1933
En septiembre de 1933, la elección de los vocales del Tribunal de Garantías Constitucionales que representaban a las regiones mostró que el gobierno de Azaña no contaba con el respaldo mayoritario del pueblo y Alcalá Zamora forzó su dimisión.
La política de Azaña había engendrado una reacción de quienes se sintieron amenazados en sus intereses económicos, en sus sentimientos religiosos o en ambos. De ahí el éxito de la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA), fundada en marzo de 1933, bajo la presidencia de José María Gil Robles, que desentendiéndose en principio de la opción monarquía-república, se centró en la defensa del orden social tradicional y la Iglesia.
Más próxima al fascismo italiano era la ideología de otra nueva organización, Falange Española, fundada en octubre de 1933 por José Antonio Primo de Rivera (hijo del anterior). Pero Falange no logró en sus primeros años el apoyo social logrado por el fascismo italiano.
La campaña electoras de 1933 se caracterizó por un fuerte enfrentamiento dialéctico entre la CEDA y el PSOE. Fieles a la tradición marxista, los socialistas nunca habían asumido un compromiso pleno con la democracia parlamentaria. De ahí que la República no representara para ellos más que un régimen de transición. La nueva estrategia adoptada por Largo Caballero era la de alcanzar el poder en solitario para iniciar la revolución social, por medios legales si era posible.
En ausencia de una coalición con el PSOE, los republicanos de izquierdas, que probablemente habían logrado en las Cortes Constituyentes una representación superior al apoyo social que realmente gozaban, se vieron condenados al fracaso, del que sólo se salvó Esquerra Republicana de Catalunya. Los grandes vencedores serían la CEDA y el Partido Radical.
Durante el segundo bienio republicano, la política de Gil Robles consistió en preparar el gradual acceso de la CEDA al poder; la de Lerroux en atraer a la CEDA hacia el terreno de la lealtad republicana, al tiempo que se apoyaba en sus votos para gobernar; y la del presidente de la República, Alcalá Zamora, en utilizar al máximo sus atribuciones para impedir los planes de Gil Robles.