Historia contemporánea de España/La guerra civil española/El gobierno de Largo Caballero
A los pocos meses de iniciada la guerra, la improvisación inicial dio paso en ambos bandos a una gradual consolidación de estructuras políticas y militares.
En el caso de la República, esta se inició cuando en septiembre de 1936 formó gobierno Largo Caballero, mientras que en el bando sublevado resultó decisiva la designación de Franco como jefe del Estado, que se produjo en octubre.
Largo Caballero era el dirigente sindical de mayor influencia y él y sus seguidores ocuparon, como representantes de UGT, las tras carteras principales del nuevo gobierno. Otras tras fueron ocupadas por el PSOE (Indalecio Prieto y dos más), y las restantes por republicanos de izquierda, cuya influencia era ya muy reducida, de forma simbólica también se otorgaría representación a PC, PNV y CNT.
Los anarcosindicalistas se hallaban en una situación que nunca habían previsto. En bastantes ciudades y áreas rurales habían conseguido poner en práctica buena parte de sus ideas (Colectivización), pero en vez de llegar a la inmediata destrucción del Estado, se veían en la obligación de colaborar con el mismo frente a la amenaza del ejército sublevado.
Largo Caballero aspiró a ejercer de hecho la dirección política y militar de la República, lo que le expuso a fuertes críticas de sus socios de gobierno cuando se vio que la situación militar no mejoraba. Su política tenía tras elementos fundamentales: restablecer la autoridad del gobierno central frente a los poderes locales, crear un nuevo ejército en el que se integraran las dispersas milicias y lograr la ayuda exterior. Esta sólo llegó de la Unión Soviética y ello contribuyó a la creciente influencia del PCE.
Los comunistas eran partidarios de centrar todos los esfuerzos en la guerra, aunque eso supusiera frenar la revolución social. Esto implicaba crear un ejército disciplinado, someter a una dirección coordinada a los comités sindicales que controlaban la producción, afianzar la alianza con las clases medias mediante garantías a los pequeños propietarios de que sus intereses serían respetados, mantener el funcionamiento de las instituciones republicanas y, en definitiva dar la imagen interior y exterior de que la República española seguía siendo una democracia.
Así es que frente al debilitamiento de los republicanos y de un PSOE dividido, el PCE creció en el papel de defensor de la República. Lo cual respondía a la nueva orientación de la política exterior soviética, que por entonces se esforzaba en lograr un entendimiento con las potencias occidentales, frente a la amenaza de Hitler.