Diferencia entre revisiones de «Introducción a la intervención grupal con un enfoque humanista-existencial/Aportaciones de la Terapia centrada en el Cliente al tratamiento de grupo»

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Él buscaba comprender y descubrir los cambios del paciente cuando se siente comprendido y acepatdo por el terapeuta. Según él se produce una relajación de los sentimientos, de considerarlos como algo remoto se reconocen como propios y, finamente como un flujo siempre cambiante, por lo cual también existe un cambio en el modo de experimentar, de la lejanía con que primero experimenta su vivencia se pasa a aceptarla como algo que tiene un significado, y al terminar el proceso el paciente se siente libre y guiado por sus vivencias. asi como los cambios que surgen en la interacción con los demás, puesto que el mundo de las experiencias es vivido con mayor relajación conectado el sentir y el ser. Pasando de una negación hasta la conciencia de ser él mismo su responsable y así llegando a la aceptación. busca pues relaciones más abiertas e íntimas con los demás y por último deja de centrarse en el pasado a centrarse en el presente.
 
Así llamamos a la forma clásica que usaba Perls en sus grupos y demostraciones. En su época californiana abandona la terapia individual afirmando que, en el grupo, al participante se le hace más difícil defender y justificar sus propias resistencias, es decir las reacciones evitativas de darse cuenta de sí y del entorno. Tiene más peso una confrontación con una falsedad vista por varios pares de ojos que la que sólo se apoya en los del terapeuta. En sus demostraciones, pedía al participante (situado en la llamada silla caliente) que se centrara en qué tenía en primer plano en su conciencia en cada momento y lo pusiera de manifiesto. Interactuaba con él a modo de sesión individual frente a los demás participantes. Intervenía -por ejemplo- en relación a una expresión no verbal del participante, orientando su darse cuenta a la exploración vivencial de la misma. Esto podía llevar a la expresión de una emoción de la que el sujeto no era consciente hasta el momento o a percatarse de un modo particular de autointerferirse.
La teoría de Rogers ha sido llamada de diferentes maneras: la inspiración no directiva, psicoterapia centrada en el cliente y psicoterapia de persona a persona. Rogers describe la personalidad como una congruencia entre el campo fenomenológico de la experiencia y la estructura conceptual de sí mismo, por lo que plantea restablecer un sistema de valores individualizados y una adaptación a la realidad, se propone ser creativo dentro y no fuera de la organización cultural.
 
El terapeuta trata de reflejar la vivencia de sus clientes, trata de reeducar al paciente en una atmósfera de comprensión, de confianza en sí mismo descubriendo los propios valores.
En esta modalidad, el resto del grupo actúa a modo de caja de resonancia. Como en el coro griego, cuando el protagonista toca fondo, desnuda su alma o pone de manifiesto su bloqueo, facilita la movilización emocional del resto del grupo. Cuando el trabajo de uno es profundo y el clima emocional grupal lo permite, a algún otro participante se le abre una vieja herida o accede a un nivel experiencial poco habitual. En general los trabajos se encadenan y, tanto cada tema trabajado como el conjunto de los aspectos emergidos, hablan del grupo en su totalidad. Cuando el terapeuta, tal como destaca Paco Peñarrubia, señala este reflejo grupal facilita un mayor compromiso de trabajo en los participantes.
Ya el niño posee un sistema innato de motivación llamado “tendencia a la actualización” que es propia de todo ser viviente, y esta tendencia dirige el desarrollo de cualquier organismo hacia la autonomía. Este proceso para Rogers es un mecanismo que tiende a la superación. Por lo tanto se basa en la idea de una potencialidad inherente a crecer, en este crecimiento debe de existir un respeto a la individualidad, para que cada individuo sea quien quiera ser y no lo que quieran los demás.
 
En este proceso de crecimiento, se presenta la necesidad de condiciones positivas para desarrollar las capacidades en el individuo. A medida que el individuo desarrolla sus necesidades, se encuentra con experiencias que llevan a la persona a la búsqueda de éstas necesidades. Aquí es donde puede aparecer las dificultades, porque se pueden experimentar desacuerdos entre el yo y la experiencia, porque ciertos elementos de la experiencia no concuerdan con la imagen de sí mismo. Es cuando surgen las defensas de yo, que procura mantener su estructura.
Lo que el protagonista experimenta, encara a los otros participantes con asuntos que les son propios, como una reacción visceral o defensiva, les reaviva un asunto conflictivo, les aporta un darse cuenta de algo no reconocido hasta el momento o les suscita ganas de decir o hacerle algo al protagonista. Compartir, a modo de feed-back, de resonancias internas, qué le ha sucedido a uno cuando el otro trabajaba, implica ya un cierto nivel de darse cuenta. Ponerse en relación con el protagonista implica una experiencia terapéutica, si uno puede hacerlo con la suficiente apertura como para enterarse de lo que el propio encuentro le suscita a él internamente. Al protagonista, los feed-backs le resultan sanadores; especialmente aquellos que expresan lo que el protagonista evita y teme escuchar o recibir, y aquellos que, por ser resonancias empáticas profundas o ser expresiones de amor genuino, le facilitan la suficiente apertura para saborear la experiencia.
 
Durante su existencia, el grupo atraviesa diferentes etapas descritas de formas distintas por diferentes autores. Conocerlas va a permitir al terapeuta facilitar la evolución del grupo interviniendo en relación a las resistencias y bloqueos inherentes al mismo.
 
El grupo es un excelente escenario para explorar los conflictos y dificultades relacionales y para explorar actitudes nuevas. Así que, en esta modalidad de "psicoterapia en grupo", el resto de participantes (además de facilitar la profundización del trabajo por su presencia y a través de los feed-backs) pueden ser usados por el terapeuta, como un otro cualquiera o un otro concreto, para la exploración experiencial de una situación cotidiana, de las actitudes y de las expresiones o emociones determinadas del protagonista frente a otro.
 
Trabajamos sobre la experiencia de cada cual en esta situación de grupo. Aquí, en el grupo, al participante le sucede lo mismo que se encuentra en la calle, y si el trabajo resulta uno puede ir un poco más lejos de lo que se permite en su vida cotidiana. La diferencia es que aquí la tarea es poner conciencia en lo que a uno le sucede y responsabilizarse de su propia acción, reconocer el modo en que uno se coloca frente al otro y explorar aquellos vínculos o aspectos de uno descartados por miedo o prejuicios. Es mucho más fácil colgar el propio mochuelo en la percha del otro, por ejemplo,"éste las tiene conmigo" –cuando además suele ser esto verdad–, que reconocer qué hago yo para ponerme como diana ,en este caso, del rechazo del otro.
Es frecuente que, en la exploración de los vínculos que uno establece con el grupo y con determinados miembros del mismo, el paciente descubra cómo trata al otro o a los otros como si fueran su papá, su mamá, sus hermanos u otros familiares o personas significativas.
 
Nuestro sistema vincular, el modo en que establecemos las relaciones con los demás, lo estructuramos en la infancia en el seno de nuestro núcleo familiar. Consolidamos formas de relación en función de nuestra estrecha interpretación de la realidad. En esta época engullimos mensajes ("el mundo es de los fuertes", "nuestra familia es una piña", "tu padre es un desgraciado", "para ser....tienes que...." y tantos otros) que, si bien algunos pueden ser operativos y referirse a lo real de determinadas ocasiones, distorsionan la percepción de nosotros mismos y del mundo en la medida que actúan como filtro. También de niños desarrollamos respuestas evitativas frente a la angustia que nos provocan las situaciones que no podemos asimilar. Estas situaciones quedarán pendientes de resolución. La automatización de tales respuestas evitativas hace que estos asuntos inconclusos queden en el fondo de la conciencia. Tanto las ideas deformadas de uno y de la realidad como las respuestas automáticas ante la misma y las estrategias manipuladoras aprendidas de niños -que dificultarán la resolución de muchas otras situaciones-, mantienen la posición de no ser dueño del propio deseo y de la propia experiencia.
 
El proceso de profundización y elaboración de este antiguo vínculo facilitará el reposicionamiento frente aquel personaje interno y también la diferenciación entre aquél y éste o éstos con quienes comparte el trabajo terapéutico grupal. Este proceso pondrá al paciente frente a situaciones que permanecen irresueltas en relación al personaje que proyectó en su compañero o compañera; y permitirá la posibilidad de encararlas y de dar pasos hacia la integración de aspectos negados como pueden ser la competitividad, la propia fuerza, la intolerancia o la debilidad y la ternura, para nombrar algunos de ellos.
 
El participante de grupo se pone frente a la tarea de flexibilizar su estructura psíquica interna. La profundización en sí mismo requerirá el aprendizaje de la apertura suficiente para incluir a los demás como compañeros de viaje. También el aprendizaje de sustentar los propios límites e intereses, para no sólo perderse en lo que en determinado momento puede vivirse como el "magma" fusional grupal, que por otro lado también será enriquecedor poder experimentar. kiwi