Diferencia entre revisiones de «Orígenes del Neolítico en Andalucía»

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En este sentido, al tratar de tener en cuenta tanto los aportes del hombre como el de la mujer en las economías y el medio social de las diferentes comunidades del pasado, la arqueología de género pretende realizar una construcción más completa y aproximada de las sociedades que vivieron en tiempos pretéritos. No obstante, recordando siempre que en las épocas más remotas no hay vestigios de cómo eran las relaciones de género de ningún tipo, ni masculinos ni femeninos, como es el caso de la temática que se aborda en este trabajo, la arqueología de género no pretende tanto hacer una reconstrucción de este aspecto como en ser prudentes con ciertos presupuestos teóricos que tradicionalmente siempre se han aceptado sobre la función de la mujer y del hombre. Estos acostumbraban a asociar las tareas de recolección, trabajo de tejido o molienda, así como cuidado de niños y ancianos a la mujer, a las que además consideraban secundarias, es decir, de escasa importancia frente a las que se relacionaban con los hombres, caza, pesca, labores agrícolas y ganaderas o de construcción, consideradas las principales por el enorme sustento que proporcionaba al grupo y por el gran esfuerzo que requerían. Al mismo tiempo, estos estudios dejaban siempre al margen a niños y ancianos, a pesar del importante papel que podían desempeñar en la sociedad, sobre todo los primeros, debido al proceso de enculturación al que deben someterse, mediante el cual deben asimilar una ideología y una forma de comportamiento acorde a la sociedad en la que están insertos, así como labores que en el futuro deberán desempeñar, por lo que estudiar ese proceso supondría un gran avance para el conocimiento de los elementos sociales del grupo estudiado.
El origen de estos convencionalismos quizá constituya uno de los mejores ejemplos sobre cómo la situación y la condición social de los investigadores puede llegar a afectar a la teorización e interpretación del pasado, y no solo eso, sino de cuan lento es el proceso de cambio a partir de entonces. Para ejemplificarEn este largo recorrido se puede acudirsentido, además, a la propia historiografía de la zona que aquí se estudiaAndalucía, Andalucía.iniciada Losdesde inicios de los primeros trabajos arqueológicos se remontan alel siglo XIX, estando encabezadosencabezada por hombres adinerados y de clase media-alta, mientrasencauzará queel la presenciasentido de lalas mujerprimeras investigaciones, tantocuyos envestigios, marcados por la investigaciónnula comopresencia enno esassolo primerasde especulacionesmujeres, sobresino elde pasado,niños eso completamentede nula;ancianos, unaspermanecerá característicashasta quelos marcaríanmomentos lasmás interpretacionesinmediatos de lasla diferentesactualidad. etapasNo prehistóricasaparecerán emujeres históricasen ylas queactividades perduraránrelacionadas hastacon tiemposla recientes.historia Estehasta esbien entrado el momentosiglo deXX, apogeoaunque delhasta entonces y durante varias décadas más, imperará el historicismo cultural, una tendencia que si bien, dado su objetivo de simple medición y clasificación de los objetos arqueológicos, mantendrá ausenterelegados todaa suertehombres, demujeres, especulaciónniños sobrey elancianos pasadopor afectandoigual, tantoseguirá ateniendo hombresmarcados de androcentrismo, como ala mujeresrecurrente explicación de cambios, basados en acciones atribuidas al hombre (colonizaciones, guerras, invasiones, etc.). AAún pesarasí, delas ellomujeres elincorporadas discursoa yla losinvestigación presupuestoshistórica, teóricosentre las que empleandestacan paraJoaquina explicarEguarás, losFelipa cambiosNiño y Encarnación Cabré, sobre todo en ellos espaciocampos de la archivística, museos y elbibliotecas, tiemposeguirán nopriorizando dejansu futura vida familiar por encima de tenerlos rasgosestudios, marcadosel mundo laboral y los ambientes universitarios para pasar a dedicarse a las labores domésticas y a la atención de androcentrismola familia, puescomo sefue basanel caso de Encarnación Cabré. Así, en accionesépocas atribuidasposteriores al hombre (colonizacionesfranquismo, guerrasy a pesar de la entrada de nuevos modelos teóricos como el marxismo, invasionesel materialismo cultural o el estructuralismo, etc.)la porrelegación de la mujer a un lado;segundo mientrasplano, queasí porcomo otroa periodizanacciones elpasivas tiemposeguirá vigente, pues todas estas teorías caerán en la doble presunción de simplificar y generalizar las realidades sociales del pasado, aasí partircomo de supuestosestablecer cambiosleyes universales que desdeexpliquen los cambios de las mismas, e ignorando la perspectivacomplejidad actualque noestas entrañan. sonEn lo suficientementereferente trascendentalesa comolos parapostulados haberdel llegadofeminismo ay afectarel algénero totalhay que decir que no aparecerán hasta la década de los ochenta solamente en el campo de la historia, mientras que tardaría aún más en aplicarse en la prehistoria y la poblaciónarqueología.
Esta situación se mantendrá hasta bien entrado el siglo XX, aunque con algunos cambios, como el acceso de las mujeres a la Universidad, que iniciará una lenta incorporación de las mismas al mundo laboral, primero en el campo de la archivística, museos y bibliotecas, y mucho más tarde, ya en la década de los sesenta y los setenta, en el campo de la docencia y de la investigación, aunque siempre relegadas en su formación a un segundo plano con respecto a los hombres, y priorizando siempre su futura vida familiar en la que deberán abandonar los estudios, el mundo laboral y los ambientes universitarios para pasar a dedicarse a las labores domésticas y a la atención de la familia.
En el periodo democrático, por el contrario, a pesar de los grandes cambios, parece ser que no hay transformaciones al menos en los primeros momentos, en lo referente a la incorporación de mujeres en la reformulación de los supuestos sobre la prehistoria andaluza en el marco de las posiciones teóricas llegadas de fuera, lo que ralentizaría la incorporación de los planteamientos de género y del feminismo. Estas nuevas tendencias, el marxismo, el materialismo cultural y el estructuralismo, no serán sin embargo, meras reformulaciones de la ideología imperante en el pasado siglo aplicadas en este caso a la interpretación del pasado. Por un lado, el marxismo, centrado siempre en la producción y el trabajo como base de los cambios, continuará relegando a la mujer a un plano secundario al atribuirle labores reproductivas (tanto de índole biológica como de manutención del ámbito doméstico, cocinar o elaborar tejidos); por otro lado, el materialismo cultural continua con una lectura parecida al atribuir el cambio a la tecnología, un ámbito del que las mujeres están supuestamente excluidas al considerarlas no partícipes de la actividad cinegética, supuestamente la principal en el sustento alimenticio; por último, el estructuralismo, pasa a considerar tanto al hombre como a la mujer como sistemas con estructuras mentales y signos propios, que se traducirán en asociaciones duales, lo femenino con el sentimiento, la subjetividad, lo doméstico, lo privado, la reproducción o la naturaleza, y lo masculino con la razón,, la objetividad, lo público, la producción, la cultura (Sánchez Liranzo, O., 2000). Como se puede observar, todas estas teorías caen en la doble presunción de simplificar y generalizar las realidades sociales del pasado, así como de establecer leyes universales que expliquen los cambios de las mismas, e ignorando la complejidad que estas entrañan. En lo referente a los postulados del feminismo y el género hay que decir que no aparecerán hasta la década de los ochenta solamente en el campo de la historia, mientras que tardaría aún más en aplicarse en la prehistoria y la arqueología.
Estos presupuestos teóricos que en la actualidad se están sometiendo a estrecha crítica han dado como resultado una visión de los hechos más restrictiva de lo esperada, en tanto que excluye no solo a mujeres, sino a otros colectivos: todos aquellos que no formaran parte de la cultura occidental o que no coincidieran con el estándar de hombre blanco, adulto, de clase media, occidental y con valores afines. Con lo que el panorama resultante del pasado no solo es androcéntrica, sino etnocéntrica, egocéntrica y además dicotómica, en tanto que admite que todo lo diferente de esos parámetros equivale a ser opuesto a los mismos, lo que da lugar al establecimiento de desigualdades y jerarquizaciones que en realidad pueden no existir.