Diferencia entre revisiones de «Latín/Capítulo 1 La situación lingüística del latín»
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→La situación lingüística del latín: Se convierte en tabla la segunda lista |
→La situación lingüística del latín: se ponen los acentos largos correspondientes en lugar de las diéresis. Se agregan nombres en latín de los animales mencionados como ejemplos. |
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<tr><td>pater</td><td>πατήρ</td><td>pitár</td></tr>
<tr><td>genitor</td><td>γενέτωρ</td><td>janitr-</td></tr>
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La distancia geográfica o cronológica excluye entre estas lengua el préstamo, lo concreto de las nociones expresadas excluye el azar, y solo subsiste como explicación razonable un origen común.
Sin embargo, el simple parecido de una lengua a otra de palabras de un mismo sentido no basta para determinar que están emparentadas. La certeza nace de la correspondencia, que consiste en establecer que a un determinado elemento de una lengua A le corresponde siempre (salvo excepciones explicables) otro elemento fijo, no siempre parecido, de una lengua B. La ''gramática comparada'' descubre y codifica estas correspondencias, y reconstruye, a partir de ellas, un arquetipo, la forma de la palabra (el nombre, el adjetivo, el verbo...) en indoeuropeo.
Las lenguas indoeuropeas mantienen, pues, con el indoeuropeo una relación parecida a la que las lenguas románicas (que derivan, como consecuencia de alteraciones particularizantes, del latín tardío) mantendrían con el latín, si, por algún motivo, no hubiera quedado del latín ningún testimonio escrito: las correspondencias entre ellas permitirían descubrir un origen común y reconstruir los rasgos generales de esa lengua originaria.
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A pesar de la falta de datos arqueológicos y antropológicos, la misma lingüística, examinando las correspondencias léxicas, y lo que pudo ser su vocabulario permite conocer un poco el medio concreto en que se habló en indoeuropeo.
Los nombres de los árboles meridionales no permiten reconstruir arquetipos. En cambio, los nombres de árboles y animales septentrionales, como el haya (lat.
En cuanto al tiempo, como la lengua indoeuropea histórica más antiguamente atestiguada se sitúa hacia mediados del II milenio a. C. (-1500), se calcula, dejando un período de tiempo de entre 500 y l000 años para que se produjeran las migraciones desde el norte, y la evolución lingüística, que los pueblos indoeuropeos conocieron la unidad en torno al III milenio (3000-2000).
Las denominaciones comunes del carnero (lat. ''aries''), el buey (lat. ''bos''), el caballo (lat. ''equus''), el cerdo (lat. ''sus''), y el bronce (lat. ''aes'') (pero no el hierro), permiten deducir que los indoeuropeos conocían la cría de ganado y la metalurgia.
En cuanto a la organización social, la unidad superior es la tribu; una unidad inferior, es la de la casa (*domo-) y todos los que viven en ella, con un jefe, (
Esta diáspora es seguramente el factor que más influyó en el desmembramiento del indoeuropeo en dialectos, que luego se convertirían en lenguas autónomas. Pero también hay que contar con que una población desprovista de organización centralizadora, repartida en tribus y clanes, es probable que no haya accedido nunca a una unidad lingüística estable, y fuese propensa a la formación de variantes lingüísticas.
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Desde ese tiempo, ha sido usado como lengua escrita hasta época reciente, en usos literarios, jurídicos, diplomáticos o litúrgicos. Como lengua hablada, es difícil fijar la fecha en que dejó de usarse, porque el paso del latín, incluso alterado, a una lengua románica, ha sido siempre gradual: la conversión de los particularismos locales en nuevas lenguas sin que nunca una generación tuviese el sentimiento de hablar una lengua distinta de la generación anterior.
Respecto a la geografía, el latín, ocupó parte de Europa y de África, pero al comienzo es solo el idioma de una pequeña comunidad de origen indoeuropeo, que vino a establecerse (¿A principios del 1er milenio a.C.?) en un pequeña región de Italia central, el Latium. En Italia convive con otras lenguas, y no está en una situación de privilegio. En la península itálica había lenguas no indoeuropeas, como el etrusco, probablemente importado del Oriente egeo o asiático; lenguas indoeuropeas, pero que no pertenecían al grupo itálico: como el galo, al Norte; el mesapio, un dialecto ilirio que había franqueado el Adriático, y que aparece en inscripciones encontradas en Apulia; y sobre todo el griego, importado a Italia meridional y Sicilia; y, por último, una serie de lenguas más estrechamente emparentadas, que constituían el
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Esta situación no permitía prever la extensión del latín, que no sobresalía ni por el número de hablantes, ni el prestigio asociado a una lengua de civilización. La historia de Roma y, sobre todo, la progresiva conquista por Roma de toda Italia convirtieron al latín en la lengua del poder político que se impuso en la administración, el derecho, el comercio y, por último, también en la cultura, y redujo a las demás lenguas al estado de idiomas locales.
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En lo que se refiere al parentesco lingüístico, el latín se clasifica entre las lenguas indoeuropeas occidentales:
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Sin embargo, y a pesar de esta pertenencia occidental, presenta ciertas peculiaridades de detalle, que no se reencuentran más que en lenguas orientales, el hitita y el sánscrito. Dentro de las lenguas occidentales, presenta una serie de rasgos comunes con el osco – umbro y el céltico, y otros exclusivamente en común con las lenguas itálicas.
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La teoría más aceptada establece, por tanto:
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Luego es ya imposible determinar con precisión un nuevo estadio, intermedio entre el italo-céltico y el indoeuropeo.
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