Cuestiones sobre adaptación social: Desarrollo y aprendizaje

CUESTIONES SOBRE ADAPTACIÓN SOCIAL: DESARROLLO Y APRENDIZAJE


Por: Carlos Moreno Rodríguez, Neurostar (c) 1999 carlos.moreno@hispalinux.essdsdsd

El presente documento está bajo la licencia de la "GNU Free Documentation License" (GFDL), versión 1.1. ó posteriores, publicada por la "Free Software Fundation" (http://www.gnu.org).

Se permite su copia y distribución gratuita mientras contenga los presentes créditos de autoría, licencia y el texto de esta nota.


Las concepciones del desarrollo y de la Psicología Evolutiva han transcurrido bajo enfoques de la “construcción” de la inteligencia y del mundo social por regla general. La “adaptación” era admitida bajo un parámetro contextual o nebular, porque su origen evolucionista le hacía candidato a las críticas de este mismo paradigma. Sin embargo, el término nunca fue negado o, en tal caso, a lo sumo fue matizado. Una de las típicas y tópicas matizaciones fue la realizada por Piaget. Para este autor, la adaptación es un proceso en el que se construyen esquemas en interacción con el entorno; donde se destacan dos actividades complementarias: la asimilación y la acomodación. Sin entrar ahora a definir tales términos, remitimos al lector a ellos. Para lo que sigue, nos interesan más dos conceptos dentro de esta teoría: el equilibrio y la organización.

La adaptación es traducible a una equilibración y a una organización estructural con respecto al entorno. Supongamos, por un momento, que dicho entorno no tiene gravedad, pequeños meteoritos nos golpean continuamente y no existen alimentos con los que mantener nuestro organismo. Resulta harto evidente, que dicho entorno, nos resultaría hostil para nuestras condiciones de vida. Consideramos, así pues, al entorno, al mundo como posibilitador de condiciones óptimas de vida. Nosotros somos susceptibles de adaptación a tal entorno. Pero, ¿realmente hacemos una tarea de equilibración en nuestro intento adaptativo? Es decir, ¿se consigue el equilibrio? Ese es el intento, la tendencia; no obstante, el equilibrio a veces nos es tan esquivo como la felicidad.

Por otro lado tenemos la organización estructural. El entorno se organiza en nuestra mente a base de esquemas más o menos perfilados que constituyen nuestro sistema cognitivo. Éste, está estrechamente vinculado al entorno, o al menos trata de estarlo. Lo que nos interesa ahora, es que la organización estructural pertenece a nuestro sistema cognitivo y no al mundo o al entorno. La pregunta resultante sería ¿es nuestra organización estructural suficiente y/o necesaria para la adaptación a condiciones óptimas de vida?

Vygotsky propone en su teoría, que nosotros y el entorno social, colaboramos para moldear la cognición en formas más adaptativas. Tales formas son de origen cultural. Ha incluido dos aspectos interesantes: por un lado, añade al entorno el atributo social; y, por otro, cifra la representación mental y la cognición en aspectos culturales. La adaptación se centra, por ende, en lo social y lo cultural de nuestro entorno y, también, en cómo nosotros interactuamos con él. Las cuestiones que surgen son: ¿es nuestra adaptación un proceso de culturización? ¿es social todo proceso adaptativo? ¿es social o cultural todo proceso cognitivo?

En lo único que se ponen de acuerdo ambas concepciones es que entre el entorno y el individuo existe interacción. Posiblemente la clave adaptativa radica más en la interactividad de las componentes que en el individuo o en el entorno solamente. De este modo, concluimos que la adaptación es interacción fundamentalmente. La idea de la interacción es consistente en el concepto de adaptación en base a que hay que adaptarse a algo y que ese algo debe tener unas condiciones mínimas que permita dicha adaptación. ¿A qué hay que adaptarse? y ¿cuáles son las condiciones de permisibidad adaptativa?

Desde nuestro punto de vista, nosotros nos adaptamos al entorno. Si tuviéramos un perro o un gato, “su” punto de vista sería una adaptación a un entorno “humano”. El contexto común en el que nos movemos es que hay otros seres humanos en nuestro alrededor. A la relación entre las personas que se mueven en un mismo contexto le podemos llamar social o sociedad. Si el tipo de relaciones obtenidas tienen idéntico significado para cada uno de los integrantes de una sociedad, lo podemos llamar cultura. Una cultura es la compartición de unos significados así como de una cosmovisión general del mundo. En una sociedad se comparten relaciones, en una cultura se comparten significados y representaciones acerca del mundo.

En lo relativo a qué condiciones permiten adaptarse, entendemos que la interacción debe permitir a los humanos relacionarse y compartir significados; siempre y cuando aceptemos el hecho de existencia de sociedades y culturas. Lo que permite a los seres humanos relacionarse es su contacto; y lo que permite a las personas compartir significados es la interiorización de dichos significados.

Pero volvamos al equilibrio y a la organización estructural antes de proseguir. Para ahorrarnos los problemas que nos presentan los continuos ajustes y desajustes en la búsqueda del equilibrio en la adaptación, vamos a introducir un nuevo término que espero aclare mejor lo que ocurre: calibración. Lo que hacemos es ajustar la escala de nuestro instrumento de medida -el cerebro- con la precisión deseada. Calibramos nuestras cogniciones con el fin que se ajusten, lo más fielmente posible, al entorno representado. Ahí es donde radica nuestra pretensión de equilibrio, aunque la calibración la hagamos mal. Una vez que entendemos calibrados los parámetros cognitivos, procedemos a generar estructuras y esquemas sobre el mundo. Más que equilibrar y organizar, lo que hacemos es calibrar nuestras cogniciones. Lo que se busca es la precisión, la efectividad adaptativa, lo mejor posible en el mínimo de tiempo disponible. La equilibración u organización estarían bajo la perspectiva de unas condiciones “ideales”. La adaptación procede de una mutación empírica, sobre la marcha; siempre en busca de la funcionalidad. La mutación empírica a nivel genético y biológico es más lenta que la ocurrida a nivel de contactos humanos o de interiorización de significados. Una adaptación biológica es temporalmente distinta a la adaptación cognitiva.

Si recapitulamos, podemos entender que la adaptación es calibrar la interacción con el entorno. Para calibrar dicha interacción, utilizamos dos mediadores ya mentados: el contacto humano y la interiorización de significados (o de representaciones mentales). Por “calibrar” entendemos el ajuste que busca precisión, funcionalidad y operatividad entre el individuo y el entorno.


Contacto humano y desarrollo

En este apartado trataremos de explicar la relación sistémica entre el contacto humano y el desarrollo. Para el individuo, el primer contacto humano se produce en el útero materno. La adaptación se hace a nivel biológico y fisiológico básicamente. La placenta y el cordón umbilical son la estructura física de semejante contacto. Después del nacimiento, la relación madre-bebé crea un sistema de contacto con patrones y conductas definidas. La teoría del vínculo afectivo o del apego ahonda en esta cuestión. Lo que nos interesa es que el contacto humano se produce por proximidad. Cuanto más próximo es dicho contacto, tanto más íntimo es. La proxemia, como se verá después, será mediatizada por los significados compartidos; no obstante, la proximidad física es lo que proporciona el núcleo generador del significado y de la transcendencia del contacto humano. Lo que genera el contacto humano son cadenas recurrentes donde se va modificando la conducta del otro: si el bebé llora, el adulto le atiende; si el adulto sonríe, el niño también lo hace. Lo fundamental en el contacto humano es la percepción del otro y el reconocimiento de que somos percibidos y percibimos al resto. La accesibilidad al otro es lo que Vygotsky llamó intersubjetividad. El desarrollo se produce en la intersubjetividad, en la interacción de objetos mediáticos recurrentes que consideran al otro. La tarea adaptativa por excelencia es el afinamiento de la percepción del otro, la calibración de cómo se puede interaccionar y los límites y umbrales de la intersubjetividad. Podemos concluir que la adaptación es la búsqueda de precisión en la interpretación de la interacción.


Contacto humano y aprendizaje

La interacción con objetos mediáticos que son conscientes de nuestra existencia y que responden, de algún modo, a nuestras demandas produce un efecto de perfeccionamiento de nuestras posibilidades motrices y cognitivas. Cuando la mediación interactiva tiene una “forma” dirigida e intencional (un formato), se produce el efecto de afinamiento en las destrezas que exige tal formato por su repetición y entrenamiento. A la interiorización de la mecánica de un formato se le puede llamar aprendizaje. Es decir, la acción de unos seres humanos sobre otros -el contacto- produce aprendizaje. La ausencia de este contacto produce ausencia de afinamiento y de interiorización; porque el único referente para la calibración son los propios estímulos del individuo y no puede precisar una intersubjetividad o un sistema de significados: si no hay contacto, no hay accesibilidad; si no hay accesibilidad, no hay nada que compartir, ni formatos, ni significados.


Interiorización de significados y desarrollo

Por interiorización entendemos un estado mental que permite interactuar con el entorno, que permite adaptarnos al entorno. La interiorización es el efecto de calibrar la experiencia interactiva. Cuando compartimos dicha experiencia con alguien y calibra de la misma “forma” la intersubjetividad, nos hallamos ante un significado compartido. La calibración también necesita del otro para afinar sus escalas interactivas. Interiorizar es buscar precisión en la calibración de la interacción o, si se prefiere, es buscar entendimiento con el otro. Es como si dijéramos “vamos a buscar puntos de encuentro para que nos podamos entender y para que yo pueda mejorar mi adaptación contigo y tú, la tuya para conmigo”. Claro que un bebé lo expresa de una manera distinta. El encuentro y el contacto humano, permiten al niño pequeño “afinarse” en la búsqueda de puntos de encuentro. A estos puntos de encuentro compartidos, los llamamos significados compartidos o intersubjetividad. Desarrollo e interiorización de puntos de encuentro mejoran la precisión de nuestras escalas interactivas. Sin desarrollo no se avanza en el número de experiencias compartidas y, sin interiorización, no se produce una calibración precisa; con lo que el desarrollo se ve mermado a priori.


Interiorización de significados y aprendizaje

Interiorizar significados permite tener acceso a formatos distintos y, por lo tanto, permite poder movernos entre ellos; saltar y brincar de un formato a otro para tener diferentes experiencias interactivas. Aprender formatos significa tener una accesibilidad interactiva a tenor de lo que permiten tales formatos. Aprender formatos significa, en definitiva, adaptarnos a toda situación intersubjetiva que produzcan los formatos. En el número y en la potencia de semejantes formatos radica la calibración interactiva, la adaptación. Si no aprendemos a movernos en contextos o representaciones distintas, tenemos un número de significados compartidos restringidos, con lo que la interacción se ve limitada y nuestra adaptación también.


La adaptación social

Después de lo suscrito cabe preguntarse qué adaptación no es social. A nivel cognitivo podemos considerar que toda adaptación es social en orden a que se producen contactos humanos durante el desarrollo del individuo e interiorizaciones de lo que significan dichos contactos. Podemos suscribir que la adaptación social es la participación en los formatos de ese entorno. Resulta evidente que la participación se hace en distinto grado o nivel: no todos los individuos participan de la misma manera en los formatos. En sentido genérico, la adaptación social es calibrar la interacción en un escenario; o bien, saber qué papel representar en un contexto. En un modelo del desarrollo como el presentado hasta ahora, el crecimiento se oferta como un aumento de interiorizaciones y de contactos interactivos. Pero el incremento no sólo se oferta en el número acumulativo o en la sucesión temporal de experiencias, sino que se realiza, asimismo, en la potencia y precisión de la representación de papeles en un escenario social. A este incremento es lo que llamamos afinamiento.

Por otro lado, integrada y conjuntamente con el desarrollo, el aprendizaje oferta interiorizaciones operativas y funcionales, extrayendo la forma efectiva de cómo representar un papel. Derivado de todo ello, se puede decir que, desarrollo y aprendizaje, son las dos caras de la misma moneda. Mas esa moneda sólo adquiere significado respecto del dinero que hay en circulación (adquiere valor); de suerte que estos conceptos, están sujetos a las fluctuaciones del mercado: para unas funciones adaptativas se recurre al desarrollo principalmente, para otras, al aprendizaje. Sin embargo, la riqueza radica en ambos.


Estrategias de adaptación social

En virtud de considerar a la adaptación no sólo como interacción, sino como un proceso de ajuste -calibración-, la estrategia o rumbo que tengan nuestras cogniciones es de una importancia capital. En el proceso de calibración interactiva, proyectamos y dirigimos operaciones de conducta. En esa proyección se pueden tener en cuenta las conductas del otro además de las propias. A esta estrategia la denominaremos operar. Operar es, por ende, hacer operaciones para calibrar la interacción. Al resultado de estas operaciones lo vamos a llamar inferencia, con independencia de la efectividad de dicho resultado. Si la inferencia demuestra de algún modo su eficacia, adquiere el grado de razonamiento.

La adquisición de la estrategia de operar mentalmente procede, en un primer momento, de los contactos interpersonales, para pasar posteriormente a la interiorización significativa de esos encuentros. Lo que se distingue en los contactos humanos es la identidad de los participantes. Identificar (quién es quién) es una estrategia primigenia y fundamentalmente perceptiva y memorística. Se trata de distinguir a los que intervienen en la interacción para establecer relaciones y poder operar con ellas. Una vez identificados los actores, se pasa a averiguar el papel que juegan, cuál es su función. A esto lo denominaremos estrategia del funcionamiento interpersonal, que no es otra cosa que una derivación adaptativa del principio de identidad antes enunciado. La función que cumplen los participantes es una cuestión de interiorización de la identidad de aquellos: los demás cobran significado en el sentido que sirven a un propósito, deseado o no por nosotros.

Una tercera estrategia muy estudiada por la psicología cognitiva es la del procesamiento de información, que es, en definitiva, lo que con anterioridad se denominó genéricamente operar (claro que para esta tendencia, procesar información contiene todo lo suscrito). Existe una sutil diferencia, aunque usaremos el término ‘operar’ de aquí en adelante para economizar. La sutilidad consiste en que procesar información es almacenar, recuperar y operar con dicha información, mientras que operar sólo consiste en realizar operaciones. Si bien, ¿cómo se puede operar sin datos? Lo mismo que nuestras cogniciones no caen en el vacío, aquéllas no salen de la nada. Realizar operaciones es tener algunos datos, aunque éstos sean inconsistentes.

Finalmente, existen una serie de estrategias de comprobación de resultados. Algo así como evaluar los daños y los beneficios, analizar los pros y contras o verificar nuestros cálculos y los procesos que en ellos intervienen.


Afinamiento de las estrategias de adaptación social

A) Con respecto a la Identificación.- Es una tarea sobre todo de prospección o de obtención de datos. Así pues, entramos en el terreno de la percepción integrada. Ver es sensorial, observar es afinar la visión. Oír es un nivel sensitivo, escuchar es el grado de afinamiento de dicho sentido. Tocar y oler proceden a dar también información sobre el medio. Para afinar los sentidos de manera integrada hace falta cierto grado de concentración, cierta atención selectiva a estímulos realmente importantes en la interacción; esto es, acceder a los estados mentales y físicos del otro, comprenderlos y entenderlos de manera tal, que los podamos compartir en una representación mental, en un significado. No sólo identificamos al otro por sus rasgos físicos, sino por lo que hace, dice, nos hace, nos dice, le hacemos, le decimos...

B) Con respecto al funcionamiento interpersonal.- Es la función que cumple cada participante. Determina objetivos y metas, condicionando conductas y motivando otras. Genera expectativas y anticipa comportamientos. Es el esquema o patrón de una relación. Afinar esta estrategia es saber qué objetivos se persiguen, conocer las motivaciones del otro y de uno mismo, así como activarse para prepararse para lo que va a ocurrir. Los objetivos de un contacto humano se hacen por cuatro causas fundamentales, a saber: para obtener comida, para tener cobijo, para conseguir relaciones sexuales y para dispensar cuidados a la prole. Evidentemente hay más, pero son de orden contextual y cultural, lo que no es universal y no puede ser extrapolable sistemáticamente.

C) Con respecto a las operaciones.- Son operaciones comportamentales que favorecen la calibración interactiva. El comportamiento es tanto a nivel físico como cognitivo. La principal estrategia de este grupo es elaborar programas de acción. Se puede traducir lo anterior como toma de decisiones, resolución de problemas, planificación o razonamiento social operativo. Es decir, con los elementos que yo puedo manejar y a los cuales tengo acceso, elaboro un significado de mi acción inmediata. El significado -aunque sea de naturaleza sencilla- calibra la interacción recurrente, accediendo simuladamente a la intersubjetividad relacional entre los demás y uno mismo. Con la estrategia de elaborar programas de acción establecemos los a prioris que se van a tener en cuenta en el desarrollo de la acción propiamente dicha. La calibración, consciente o inconsciente, intencional o no, ajusta pretendidamente la conducta al entorno o éste a aquella. A veces, el ajuste ocurre a la par, dependiendo de las exigencias contextuales.

La simulación depende del modelo representacional, del sistema de significados compartidos en la interacción. Esta simulación puede ser simple o de bajo nivel (expresión del significado de una conducta-meta o una conducta-intención), o compleja o de alto nivel (expresión sistémica y relacional de un conjunto de conductas recurrentes intersubjetivas). De ahí, los programas de acción van desde la emisión una conducta simple hasta un patrón interactivo en cadena. Está en función de cómo se representa la relación de identidades y de la funcionalidad sistémica otorgada.

D) Con respecto a la comprobación.- Esto se lleva a cabo a posteriori de la emisión conductual. Revisa la identidad, los objetivos y el propio sistema relacional. Las rutinas o estrategias de comprobación se suelen llevar a efecto cuando dudamos de la precisión de nuestra calibración. Es el “dudo, luego existo” cartesiano; generando retroalimentaciones interactivas que pretenden mejorar la adaptación. Se comprueba la efectividad de nuestra acción y el ajuste de ésta misma con el programa elaborado a priori. Se valoran resultados en orden a la funcionalidad adaptativa de nuestros significados compartidos, con independencia de campo que tales significados representen mejor o peor la realidad.


Consideraciones finales

La adaptación social es la calibración o ajuste de la interacción. Ésta se produce en un escenario o contexto, donde distintas identidades se relacionan. Semejantes relaciones mutuas y de distinta influencia e intensidad, a su vez, generan sistemas en cadena que proporcionan los diferentes contactos de las mentadas identidades. Cada identidad calibra su interacción con el resto, suministrando interiorizaciones significativas de lo que ocurre. Esas interacciones se comparten en un campo intersubjetivo, proveyendo de información perceptiva y simbólica. Realizamos operaciones y simulaciones para elaborar programas de acción que se aplican a la conducta. Finalmente, valoramos los resultados interactivos obtenidos.

El campo de la competencia social, de las habilidades sociales y de orientación social en general, reclama nuevas consideraciones que renueven contextualmente sus argumentaciones interactivas. El concepto de “adaptación”, el cual se aplica a todo sin explicación consiguiente, se ha empleado en las presentes líneas como un intento de considerar nuevas perspectivas que permitan buscar alternativas razonables a los callejones sin salida de los planteamientos tradicionales.


BIBLIOGRAFÍA:

- BERK, Laura E. (1999): Desarrollo del niño y del adolescente. PRENTICE HALL IBERIA, Madrid.

- MONTAGU, A. Y MATSON, F. (1983): El contacto humano. PAIDÓS STUDIO, Barcelona.

- PERINAT, Adolfo (1998): Psicología del desarrollo. Un enfoque sistémico. EDIUOC, Barcelona.

- PERRET-CLERMONT, A.N. (1984): La construcción de la inteligencia en la interacción social. Aprendiendo con los compañeros. APRENDIZAJE VISOR, Madrid.

- SCHAFFER, H.R. (1983): El desarrollo de la sociabilidad. APRENDIZAJE VISOR, Madrid.

- SCHAFFER, H.R. (1989): Interacción y socialización. APRENDIZAJE VISOR, Madrid.

- VANDENPLAS-HOLPER, C. (1982): Educación y desarrollo social del alumno. ANAYA, Madrid