Ética y responsabilidad social en los negocios/Principales modelos éticos

El Utilitarismo y Consecuencialismo: La Ética Teleológica

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Las éticas teológicas son un grupo de teorías éticas que emana deberes u obligaciones morales que buscan lograr un fin ultimo, que presume bueno o deseable. En resumidas cuentas, estas teorías se basan en el famoso dicho "el fin justifica los medios".

Para este caso, solo se consideraran dos corrientes dentro de las Éticas Teleológicas: - El Consecuencialismo - El Utilitarismo

Existen tres posibles maneras de clasificar los tipos de consecuencialismos: 1) Egoísmo moral, éste dice que una acción es moralmente correcta si produce consecuencias positivas para el agente que la realiza. 2) Altruismo moral, se considera una buena acción aquella que produce el bien de lo demás, sin considerar al agente que la realiza. 3) Utilitarismo, establece que una acción es moralmente correcta si predominan los resultados favorables sobre los indeseables para todos los agentes involucrados. Por tanto, la mejor acción posible es aquella que produce el mayor bien para el mayor numero de personas.

El término consecuencialismo fue acuñado por Anscombe en su ensayo Filosofía Moral Moderna de 1958 y sus raíces se hallan en el Utilitarismo.

Enmarca todas las teorías éticas que defienden que los fines últimos de una acción es la base para cualquier apreciación moral que se pretenda hacer de dicha acción. Estas doctrinas se diferencias de las ya explicadas deontologías éticas en que éstas determinan la apreciación moral de una acción directamente en la acción per se y no en la consecuencia de dicha acción.

Sin embargo, el consecuencialismo presenta algunos problemas de ambigüedad, ya que: ¿Qué determina el valor de consecuencias? ¿Quién o cuál es el beneficiario primario de la acción moral? ¿Quien juzga cuales son las consecuencias de una acción y como?

Utilitarismo

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Tiene su origen en la palabra utilidad, que su significado se refiere a aquello que resulta intrínsecamente valioso para cada individuo. Las teorías utilitaristas fueron propuestas originalmente durante los siglos XVIII y XIX en Inglaterra por Jeremy Bentham y su seguidor John Stuart Mill.

Para que una acción se considere dentro de la corriente utilitarista debe cumplir con 3 propuestas: 1) lo que resulta intrínsecamente valioso para los individuos, 2) el mejor estado de las cosas es aquel en el que la suma de lo que resulta valioso es lo mas alta posible, y 3) lo que debemos hacer es aquello que consigue el mejor estado de cosas conforme a esto.

Se pudiese resumir bajo la afirmación de "el máximo bienestar para el máximo numero de personas".

Para considerar la apreciación moral de una acción bajo el esquema utilitarista hay que juzgar según su resultado en términos de cantidad de placer o felicidad obtenida (similar a la corriente hedonista, la cual afirma que una acción es moralmente correcta si satisfizo los deseos del agente).

Se puede clasificar los tipos de utilitarismo de la siguiente manera: Utilitarismo negativo: ésta defiende la producción del mínimo malestar para el máximo numero de personas, lo cual es el inverso de la corriente tradicional porque se busca el mínimo malestar en lugar del máximo bienestar. Utilitarismo del acto (forma tradicional): afirma que el mejor acto es el que aporta la máxima utilidad para el mayor número de personas. Utilitarismo de las normas: afirma que el mejor acto es aquel que forme parte de una norma que sea lo que nos proporciona mas utilidad.

La Deontología o Teoría del Deber

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La palabra deontología procede de los términos griegos: to deon (lo conveniente, lo debido) y logía (conocimiento, estudio…). Por consiguiente, puede inferirse que la deontología es el estudio de lo debido.

Asimismo, la deontología hace referencia a un conjunto ordenado de deberes y obligaciones morales que tienen los profesionales de una determinada materia o carrera. Y, coherentemente, es también conocida bajo el nombre de Teoría del Deber.

El concepto de deontología fue acuñado por el economista Jeremías Bentham en su obra Deontología o ciencia de la moral, la cual fue publicada en 1836. En la misma ofrece una visión novedosa de esta disciplina. El objetivo de Jeremías Bentham con la publicación de este libro fue separar la denominada moralidad, en ese entonces caracterizada por estar relacionada a la religión, de los aspectos religiosos mismos. Igualmente, buscaba otorgar a la ética una caracterización más liberal. Bajo estos objetivos, acuñó el término deontología. No obstante, cabe mencionar que hoy en día, al hacer mención de la deontología, los conceptos de ética y moral son unos de los primeros que llegan a la mente de los individuos. (Deontología ética, Wikipedia)

Las normas establecidas por la deontología o normas deontológicas solo pueden ser comprendidas en un determinado contexto. Es decir, debe hacerse referencia a un determinado contexto o grupo social en el que dichas normas resulten obligatorias. La obligatoriedad del cumplimiento de las normas deontológicas es solo válida en el grupo social al que se encuentran circunscritas, fuera de este no tienen validez. (Ibídem)

Jeremías “Bentham considera que la base de la deontología es el utilitarismo, lo que significa que los actos de las personas se consideran buenos o malos en función de la felicidad global que puedan generar. Según este marco teórico, el fin de una acción debe ser conseguir la máxima felicidad para el mayor número de personas. De este modo, toda acción que conduzca a ese fin, será aceptada como moralmente correcta.” (Ibídem)

“La deontología surge como una disciplina que se ocupa de concretar normas en el ámbito profesional para alcanzar unos fines”. “Todo profesional está y debe estar sometido a controles sociales más o menos rigurosos que permitan exigirle responsabilidades en relación con sus actos”. “Independientemente de la propia conciencia, que debiera ser quién más rigiera el cumplimiento de los códigos morales, existe la figura de los colegios profesionales para mantener, promover y defender la deontología. Éstos vigilan el cumplimiento de determinados niveles de exigencia, de competencia y de calidad en el desempeño del trabajo de sus colegiados.” (Ibídem)

“El Estado, al convertir a los colegios profesionales en corporaciones a través de mecanismos legales, propicia el modo de mantener la deontología profesional. Les encarga funciones públicas y les dota de la potestad de imponer una determinada disciplina a todos los profesionales pertenecientes a este colectivo.” (Ibídem)

Para poder asignar la responsabilidad de sus actos profesionales a todo profesional, valga la redundancia, se requieren dos requisitos: la independencia y la libertad.

En este sentido, cabe recordar algunas consideraciones de la ética. La ética es la rama de la filosofía que tiene como objeto de estudio el hecho moral y los problemas filosóficos originados de las actitudes de los seres humanos. La ética es la ciencia que se dedica al estudio de los actos humanos, pero únicamente al estudio de aquellos que se realizan por la plena voluntad del individuo y bajo la total libertad de la persona. La ética, por tanto, no crea, inventa o estructura la vida moral, sino que únicamente reflexiona sobre ella.

En el ejercicio de esa libertad que poseen los seres humanos se producen conflictos que constituyen la clave de la vida moral y sobre los que la ética, como ciencia que busca realizar una reflexión teórica, trata de presentar posibles soluciones que guíen las acciones de los seres humanos por el camino adecuado.

Por consiguiente, resulta coherente que la deontología asigne la responsabilidad de una determinada acción a un individuo siempre que este la haya realizado bajo su voluntad propia. Básicamente, “el profesional debe ser independiente en el momento de tomar decisiones y debe ser enteramente libre de ejecutarlas” (Ibídem).

La deontología es de mucho interés para todos los profesionales y, más aún, para profesiones que tienen sobre sus hombros una elevada carga de responsabilidad social. Entre estos pueden mencionarse los médicos, los abogados, los docentes, los psicólogos, los periodistas, entre otros.

“Los primeros códigos deontológicos se aplicaron después de la Segunda Guerra Mundial”. La causa principal de la aplicación de los mismos fueron las atrocidades que los profesionales de la salud cometían con las personas, bajo la justificación de que estaban ejerciendo la investigación. Esos profesionales de la salud, médicos principalmente, no tenían ningún tipo de regulación o control, lo que impulsa el estudio y la aplicación de la deontología durante la Guerra Fría en todo el continente europeo. (Deontología, deontologia.org)

En el mismo contexto, cabe destacar que la deontología tiene como bases el marco jurídico y el marco moral, siendo ambos de suma importancia para la elaboración de los denominados códigos deontológicos.

Por otro lado, dentro del estudio de la deontología se hace mención de un tipo de deontología menos general denominada deontología profesional. Esta última “hace referencia al conjunto de principios y reglas éticas que regulan y guían una actividad profesional. Estas normas determinan los deberes mínimamente exigibles a los profesionales en el desempeño de su actividad. Por este motivo, suele ser el propio colectivo profesional quién determina dichas normas y, a su vez, se encarga de recogerlas por escrito en los códigos deontológicos.” (Ibídem)

Al “día de hoy, prácticamente todas las profesiones han desarrollado sus propios códigos y, en este sentido, puede hablarse de una deontología profesional periodística, de una deontología profesional médica, deontología profesional de los abogados, etc.” (Ibídem)

“Es importante no confundir deontología profesional con ética profesional. Cabe distinguir que la ética profesional es la disciplina que estudia los contenidos normativos de un colectivo profesional, es decir, su objeto de estudio es la deontología profesional, mientras que, tal como indicado anteriormente, la deontología profesional es el conjunto de normas vinculantes para un colectivo profesional.” (Ibídem)

Ley Natural

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La teoría de la Ley Natural es un sistema de creencias en torno a las leyes que rigen el comportamiento humano. La teoría aparece y desvanece de las culturas antiguas, pero fue por primera vez explorada a plenitud por Tomás de Aquino, un teólogo y filosofo católico e italiano nacido en algún momento durante la segunda década del siglo XII. La ley natural tuvo, en su origen, un fuerte componente religioso. Se fundamentaba en la creencia de un ser supremo que da al ser humano dones que considera buenos y que en su condición de ser divino, es el único ser capaz de saber lo que es bueno. A pesar de la focalización de Aquino, la tradición de la ética naturalista abarca muchas corrientes, desde las teorías del realismo moral hasta las teorías aristotélicas. Sin embargo, es frecuente en el mundo académico filosófico tomar las descripciones de Aquino como referencia, porque parece reunir las cualidades centrales del pensamiento sin caer en los extremos a los cuales se acercaron sus antecesores.

Como se introdujo antes, la Ley Natural intenta analizar la forma en la que el ser humano actúa centrada en la idea de que el ser humano recibe de Dios la llamada “ley natural”. Por la que todo ser, de actuar en manera “natural”, de acuerdo a sus tendencias, tomará decisiones y llevará a cabo acciones “buenas”. La definición de una acción buena es ambigua, pero en la teoría de la ley natural aquinista, no es indispensable en desarrollo. Esta teoría tiene una característica que la distingue del resto que es su universalidad. Al ser un don divino, se asume que todas las personas conocen la ley natural. No es algo aprendido, es algo completamente innato. Por lo tanto nadie nunca se puede salir de este conjunto de leyes. La universalidad de la ley natural ha sido llamada obligatoria por académicos en el área de la ética, que categorizan a la ley natural de ser inclusiva, incluso para aquellos que se consideran ajenos a ella. Más adelante, Aquino intenta incorporar lo que el llama la “racionalidad práctica” a el resto de su pensamiento. La ley natural que es dada por el ser divino es entonces convertida por el ser humano en la racionalidad, que es en esencia, un conjunto de normas por el cual se rige.

Volviendo a la definición de una acción buena, consideremos algunas de las reflexiones de Aquino. Tomás declara que la ley natural siempre te llevará a hacer acciones de bien y evitar el mal. Donde a veces se siente que se aligera su argumento es cuando se intenta conceptualizar las definiciones antes provistas. Aquino no cree que el ser humano puede hacer acciones de bien por su propia voluntad; tiene que estar persiguiendo un bien bueno. Por ende las acciones no son buenas o malas. Lo bueno o malo son los bienes que se persiguen. En este redescubrimiento vemos una clara influencia aristotélica de que la acción tiene menos peso que la meta (pensamiento luego hecho famoso por Maquiavelo). La pregunta que sigue es, ¿qué es un bien bueno? . A esto, Tomás responde que por inclinación natural, el ser humano sabe las cosas que está dispuesto a conseguir. Pone de ejemplo la procreación, la familia, vida, conocimiento, sociedad y razón. El problema es que ahí queda. Este es la falla más fuerte en el argumento de Aquino en la Ley Natural: Una acción buena es aquella que persigue un bien bueno, y los bienes buenos ya sabrás cuáles son.

Por su parte, las acciones malas que el llama “fallidas” tampoco tienen mucha base teórica. Se dice de ellas que son fruto de circunstancias y contextos, que se dan cuando el objeto no va de acuerdo con el fin. Luego, rectifica que, a pesar de que si son condiciones específicas las que provocan acciones fallidas, hay acciones que lo serán siempre, y esto se lo atribuye basándose en que las acciones van en contra de la ley natural. Algunos ejemplos son el asesinato, el adulterio, la sodomía y la blasfemia. De nuevo, no sabemos si esta lista es la que el considera como anti-moral completa, o si son sólo ejemplos de una gran lista de acciones del mismo tipo.

Al final, la falta de profundidad en algunos de los razonamientos de Aquino se pueden dejar pasar, porque la funcionalidad de su modelo ético se basa en poco. Si dices, en un principio, que el ser humano tiene una condición dada por un ser divino de hacer el bien, y que esa condición es universal e inevitable, tu modelo ya ha quedado descrito. El resto son reflexiones paralelas pero que no necesariamente construyen el modelo. Por tanto, Aquino veía en el ser humano una tendencia natural al bien y que las acciones fallidas eran hechas por aquellos que iban en contra de su naturalidad.

Eudemonismo

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El eudemonismo o eudaimonismo, cuyo principal representante fue Aristóteles, es un concepto filosófico de origen griego (de eudaimonia palabra griega) compuesto de lo bueno y la divinidad menor, que recoge esencialmente diversas teorías éticas. El Eudemonismo es una corriente ética y un concepto filosófico que justifica todo aquello que una persona realice si el objetivo es alcanzar la felicidad y por tanto si aquello que hace le sirve para lograrlo. La máxima de la cual parte el eudemonismo es que para llegar a la tan ansiada felicidad hay que actuar naturalmente, es decir, este comportamiento natural será el que nos llevará de manera inequívoca hacia la felicidad. Esto además implicará actuar de manera natural con una parte animal, racional y social. La animal corresponderá a los bienes físicos y materiales, la racional instará al cultivo de la mente y la parte social será la que se concentrará en practicar la virtud. En tanto, al placer se lo toma tan solo como un complemento de la felicidad. Se ha considerado eudemonismo, al hedonismo, la doctrina estoica, así como también al utilitarismo. Todas estas doctrinas basan sus normas morales en la realización plena de la felicidad, entendida como estado de plenitud y armonía del alma, diferente del placer y pudiéndose presentar ésta de forma personal, como en Demócrito, Sócrates, Aristóteles, Arístipo y la escuela cirenaica, el estoicismo o el neoplatonismo, o bien de forma colectiva, como se estableció a partir de David Hume.

Entre los eudemonistas cabe destacar a Aristóteles que fue uno de los primeros y el más importante, y además, a los eudemonistas que afirmaban que para llegar a la felicidad hay que actuar de manera natural. Es decir, con una parte animal (bienes físicos y materiales), una parte racional (mente) y una parte social, que se concretaría en practicar la virtud, que según Aristóteles se situaba en el punto medio entre dos pasiones opuestas. Los seguidores de esta teoría ética afirmaban que no se puede ser siempre plenamente feliz. Los eudemonistas pensaban que el placer era un complemento de la felicidad.

La propuesta principal del eudemonismo es "el bien es aquello que nos hace felices y la felicidad es el aumento de nuestras fuerzas para obrar". Pero esta teoría no está muy bien fundamentada, ya que, a lo que uno hace feliz no hace feliz a las demás personas, así que eso dejaría de ser un buen acto, que es en principio de lo que se trata de buscar con un camino hacia la felicidad.

Hedonismo

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El hedonismo es la doctrina filosófica basada en la búsqueda del placer y la supresión del dolor y de las angustias, como objetivo o razón de ser de la vida. Se trata de un conjunto de teorías morales que destacan que, por lo general, todo lo que el hombre hace es un medio para conseguir otra cosa. El placer, en cambio, es lo único que se busca por sí mismo.

En el griego es donde podemos encontrar el origen etimológico de la palabra hedonismo. Esta procede del término hedonismos que se conforma por dos partes claramente diferenciadas: hedone que es sinónimo de placer y el sufijo ismos que puede definirse como cualidad o doctrina.

Las dos escuelas clásicas del hedonismo, formuladas en la Grecia antigua, son la escuela cirenaica y los epicúreos: Escuela cirenaica: Se plantea que los deseos personales se debían satisfacer de inmediato sin importar los intereses de los demás. Esta teoría fue expuesta por el grupo de los Cirenaicos. Epicúreos: Formulada por los epicúreos o hedonistas racionales, seguidores del filósofo Epicuro de Samos, quien vivió en Grecia entre 341 y 270 a. C. Epicuro consideró que no todas las formas de placer se refieren a lo anterior, pues lo que excita los sentidos son los placeres sexuales. Según él, existen otras formas de placer que se refieren a la ausencia de dolor o de cualquier tipo de aflicción. También afirmó que ningún placer es malo en sí, solo que los medios para buscarlo pueden ser el inconveniente, el riesgo o el error.

Tipos de Hedonismo

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Dentro del hedonismo en sentido estricto se pueden distinguir dos formas del mismo, de acuerdo con los dos significados que tiene el término placer. Éste designa al placer sensible, o inferior, y al placer espiritual, o superior. En consecuencia, habrá dos formas de hedonismo llamadas hedonismo absoluto y hedonismo mitigado, o eudemonismo. Por lo que se refiere al hedonismo psicológico, son varias las doctrinas existentes según la determinación temporal del placer. La teoría del placer de los fines, o «hedonismo psicológico del futuro», sostiene que el placer personal es el fin último y único de una persona. El hedonismo no consiste en afirmar que el placer es un bien, ya que dicha afirmación ha sido admitida por otras muchas doctrinas éticas muy alejadas del hedonismo, sino en considerar que el placer es el único y supremo bien. El hedonismo radical sostiene que todos los placeres físicos deben ser satisfechos sin ninguna restricción, mientras que el hedonismo moderado afirma que las actividades placenteras deben ser moderadas, para que así aumente el placer. En ambos casos el placer es la principal motivación del comportamiento.

Críticas

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La fe católica se opone al hedonismo porque, según aquella, mina los valores y virtudes de sus dogmas precursores del eudemonismo espiritual. El hedonismo es considerado por muchas religiones una actitud carente de moral pero no porque aprecie algún placer, sino porque lo antepone a las exigencias del amor a Dios y al prójimo. Para el catolicismo, es una actitud egocéntrica que incapacita al sujeto para relacionarse con otros a menos que sea para explotarlos y satisfacer su afán de placer. La psicología positiva, basada en investigaciones científicas de psicológica cognoscitiva, ha pensado muchas veces que sustentar la felicidad en la búsqueda del placer, «la vida placentera», deriva en un mayor índice de insatisfacción. La búsqueda de una felicidad auténtica, como indica el psicólogo Martin E. P. Seligman, implica poner un mayor enfoque en el compromiso y el significado. La «vida comprometida» está basada en gratificaciones que no pueden ser adquiridas por atajos, como aprender un oficio, o un deporte; se busca el «flujo», que es el balance del reto con la habilidad. Por otra parte, la vida significativa son las acciones y creencias basadas en algo mayor a nuestro ego, acciones motivadas por un bien común, etcétera. Se ha dicho que aquellos que basan su felicidad en la «vida comprometida» y «la vida significativa» cuentan con un mayor índice de satisfacción en la vida. La «felicidad auténtica» es un concepto superior al simple hecho de no sentir dolor, sentir placer, o no sufrir enfermedades psicológicas.

Ética de la responsabilidad y ética de la convicción

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Max Weber analizó la ética de la responsabilidad y la ética de la convicción, estableciendo cierta relación entre estas.

Ética de la responsabilidad

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La ética de la responsabilidad postula que las decisiones que una persona vaya a tomar, deberá de tomarla analizando las posibles consecuencias que estas pueden traer. Es decir, que la persona asume las consecuencias por la acción que ha tomado. Este concepto está relacionado con el utilitarismo, que sostenía Jeremy Bentham, ´´hay que conseguir la mayor felicidad para el mayor número posible de personas``.

El eje principal de la ética de la responsabilidad gira en torno al análisis de las acciones y los resultados. Tener conocimiento de la acción a tomar, considerando lo que puede ocurrir. En este punto pueden entrar algunos dilemas éticos como si una persona debe de realizar una acción que está moralmente incorrecta en disposición de producir un beneficio o un bien. Se presenta el siguiente ejemplo: Se requiere que una persona le haga daño físico a otra persona inocente en favor de salvar la vida de un grupo de niños. Por un lado es moralmente incorrecto hacerle daño a una persona inocente por lo que no debería incurrir en dicho tipo de acción, pero por otro lado, no se puede dejar que un grupo de niños inocentes mueran. Si el salvar a los niños representa la máxima utilidad, pues según el utilitarismo esta debería de ser la opción a elegir. Ahora, si se considera lo que es moralmente correcto, pues no. La idea principal es tomar la decisión en función de la finalidad que se logra a través de esta.

Ética de la convicción

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El otro concepto asociado con la ética de la responsabilidad es la ética de la convicción. Esta planteamiento sostiene que las acciones deben de tomarse teniendo en cuenta de si esta es buena o mala, incorrecta o correcta. Es decir, la decisión que una persona decide tomar no debe de estar relacionada con el fin o la consecuencia de esta, sino que debe de actuar de acuerdo a lo que cree que es correcto por su conciencia, independientemente de los resultados que puedan esperarse a causa de esta.

En la ética de la convicción (o ética de la conciencia), el valor de las acciones no dependerá del fin que estas justifican o de la finalidad que estas tienen, sino del valor que dicha decisión posee en si misma, ya sea que esta sea buena o sea mala, moralmente correcta o incorrecta. Una persona que decida actuar con la ética de la convicción no se preocupa de los resultados que sus decisiones conlleven, ya que está seguro de la decisión que está tomando es la correcta. Un ejemplo de esto puede ser una situación en la que a un individuo se le pide que debe mentir en un informe que tiene que realizar, y que de esta manera, la empresa ser contratada para ejecutar un proyecto. Si la persona decide no mentir, la empresa no firmará el proyecto y se verá mas hundida en problemas financieros, mientras que si decide mentir en el informe, la empresa obtendrá un beneficio. De acuerdo con la ética de la convicción, el individuo deberá de elegir no mentir, ya que esto es lo correcto conforme a sus convicciones, a su conciencia y a la moral.

Kant y Weber compartían las ideas al respecto de esta ética, la de la convicción. Kant sostenía que un individuo estaba supuesto a actuar de tal modo que la máxima subjetiva de su acción individual pueda ser elevada a ley universal, moral, por todas las personas, los sujetos racionales. Es decir, las decisiones que un individuo elija tomar deben ser tales que si todas las personas decidan tomarlas de la misma forma, produzca un beneficio a la sociedad. Un ejemplo correspondiente con esto es mentir, planteado por Kant, que si todas las personas dentro de una sociedad deciden mentir, esta fracasaría, ya que todos se engañarían entre sí.

Aunque a primera instancia, la ética de la responsabilidad y de la ética de la convicción aparentan ser términos opuestos y contrarios, en realidad son elementos complementarios, ya que en las distintas situaciones que se presenten, siempre será necesario analizar las consecuencias de las acciones que se toman así como los determinar si los principios por los cuales se está rigiendo son los adecuados.

El plano en el que Weber desarrolla estas ideas es la política, y comenta sobre cómo debe de ser la conducta de aquellos que aspiran a participar en la misma. Dentro de este marco, considera que aquella persona que crea tener “vocación política” deberá de saber equilibrar los criterios en su toma de decisiones y tener claro cuáles son sus objetivos, su pasión, hacia donde quiere llegar, de manera que no quede cegado por la vanidad o por el deseo de alimentar sus deseos individuales. Si no tiene una meta clara hacia donde se dirige, puede verse arropado por el solo deseo de tener poder y de luchar por el poder.


Vida de Max Weber

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(Erfurt, Prusia, 1864 - Múnich, Baviera, 1920) Fue un sociólogo alemán. Max Weber era hijo de un jurista y político destacado del Partido Liberal Nacional en la época de Bismarck. Estudió en las universidades de Heidelberg, Berlín y Gotinga, interesándose especialmente por el Derecho, la Historia y la Economía. Sus primeros estudios fueron sobre temas económicos. Fue un gran renovador de las ciencias sociales en varios aspectos, incluyendo la metodología: a diferencia de los precursores de la sociología, Weber comprendió que el método de estas disciplinas no podía ser una mera imitación de los empleados por las ciencias físicas y naturales, dado que en los asuntos sociales intervienen individuos con conciencia, voluntad e intenciones que es preciso comprender. Políticamente, Weber fue un liberal democrático y reformista, que contribuyó a fundar el Partido Demócrata Alemán. Criticó los objetivos expansionistas de su país durante la Primera Guerra Mundial (1914-18). Y después de la derrota adquirió influencia política como miembro del comité de expertos que acudió en representación del gobierno alemán a la Conferencia de Paz de París (1918) y como colaborador de Hugo Preuss en la redacción de la Constitución republicana de Weimar (1919). Dentro de sus obras destacan: Economía y sociedad , El Político y el Científico, La ciencia como vocación y la política como vocación.

Referencias Bibliográficas

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